Si no pudiste superar en tu cancha al mejor equipo del torneo, ya en la de ellos iba a ser más complicado.
Si tu intención es ir a defenderte, tarde o temprano se va a romper el hilo por lo más delgado y de tanto balazo, uno o dos te van a herir, luego a liquidar.
No sé si fue porque así se haya negociado en otros niveles, pero este Tigres no era el que la raza esperaba.
En la primera parte dos o tres opciones generaron y Malagón tapó un remate de Gignac en forma espectacular. Guzmán y la defensa también taparon algunas en todo el juego, pero conforme avanzaba el crono, la resistencia felina iba menguando.
El silbante hizo su parte. Él cree que la disimuló, pero les echó la manita; igual, Siboldi también colaboró.
Si contra 11 América batallaba, ya contra 10 y Quiñones que ni sabe defender y jamás pudo tener un balón para ir al frente, fue más fácil para ellos. Ya contra 9, por la expulsión de Guzmán… y Luis Quiñones de espectador, o sea, con 8, ya fue renunciar a luchar. Se dieron dos balazos en los pies y entregaron el juego.
Cuando estaban completos, por lo menos llegaron a tener el balón y contener los embates en defensa y con su arquero; ya con los cambios, fue la clave para doblar las manos y envolver el regalo.
Las dos rojas fueron el moño del obsequio navideño que las Águilas recibieron gustosas.
En el argot arbitral profesional hay una expresión que le llaman “bordar fino” que se usa cuando no eres tan evidente para tomar el billete e inventar dos penales en favor del equipo que te lo dio, pero sí como para ir “coyoteando” el partido –expresión de los colegiados– para desgastar poco a poco al rival del que te hizo el depó$ito.
Las dos amarillas al América de inicio fueron para el despiste; las que emparejó con las de Reyes y Carioca, fueron para ponerles la rienda al pescuezo, porque ninguna fue justificada.
La roja para Fulgencio ni siquiera debió surgir, si marca Escobedo, el del silbato, las dos faltas previas que le comete Quiñones al jugador felino. El manotazo desesperado lo provocó, no Quiñones, el juez.
La amarilla y roja, de Guzmán, bien ganadas. Ya se habían equivocado con un Reyes queriendo cabecear a 22 centímetros del pasto y fallando y Luis dejando a su primo Julián rematar… como si de eso se tratase, de entregar el juego.
Si a eso le agregas el gran desgaste que hizo todo el equipo y que los que entraron no aportaron nada, la raza felina se queda con la sensación de que lo que dijo Nahuel entre lágrimas, el sábado a su afición de que “vamos a dejar la piel en la cancha, vamos a entregar el corazón, vamos a disputar cada pelota como si fuera la última” y que las hilachas, fueron mentiras.
Como que le despistaron bien. No sé si Siboldi lo hizo a propósito, como aquel partido que entrega cuando dirigía a La Máquina ante Pumas en la semifinal 2020, llevando cuatro goles de ventaja, o sencillamente fue casualidad que ahora ante América sencillamente no les alcanzó la capacidad y, aprovechando una manita con esas puntadas exquisitas del silbante, aprovecharon los americanistas para ganar el juego y dejar al Tigre en el camino.
O fue una combinación de ambas cosas.
Al final del día América,aprovechó las circunstancias y se coronó campeón dejando un amargo sabor de boca a los fans del club universitario.