La queja es tan recurrente que parece una letanía, larga y monótona, como las que se escuchan en misa: la liga Femenil de México es insípida porque, al final, las Tigres terminan llevándose la copa. Los malquerientes ponen al equipo de Nuevo León a la altura de la aplanadora de Alemania que, por tradición histórica es permanente protagonista, al convertir a su once en una máquina de hacer futbol perfecto. Aquellas como este, salvo algunos trompicones muy excepcionales, se mantienen en la cumbre de la competencia.
Cierto, el conjunto de las amazonas de bengala lleva una campaña perfecta, con números que lo hacen ver musculoso, como el titán que carga la esfera terrestre. Hasta esta jornada 12 del torneo Grita México A21, tienen la competencia robada: han ganado todos los partidos, con 43 goles a favor y 4 en contra. Desde que fue creado el certamen, en el 2017, se han disputado siete ligas de las cuáles las felinas han ganado cuatro y han sido subcampeonas en las otras dos ocasiones. La estadística es contundente: son ellas las estrellas de la Liga MX Femenil.
Independientemente de las filias y las fobias de los aficionados, es preciso reconocer que las Tigres es el club menos culpable de la desigualdad de la competencia. Cuando fue fundado, el entonces presidente de la organización, Alejandro Rodríguez dijo que se tomaría con seriedad el compromiso. Y así lo hizo, a diferencia de otras organizaciones que desdeñaron este loable proyecto de expansión que habla mucho de inclusión, igualdad, justicia de género en México y su deporte más popular. Así, Tigres se aprestó a armar un cuadro sólido, con buen trato a sus jugadoras y ahí se ven los resultados.
Chicas de diversos equipos, algunos, incluso, de reputación ganadora, refieren que han recibido trato infraprofesional. Sus patrones las maltratan con bajos salarios, proporcionándoles infraestructura para entrenamientos, exponiéndolas a traslados tortuosos de distancias insoportables vía terrestre. Y no se trata de un tema de falta de recursos, porque en el futbol de varones todas las franquicias son rentables. Lo que se ve hacia ellas es simple desprecio, desdeño, relego.
No veo que, por ejemplo, en el concierto mundial, alguien se queje de la desigualdad de equipos que se enfrentan en torneos internacionales. Recordemos que en la Champions League, el humilde Sheriff Tiraspol, de Moldavia, derrotó al arrogante Real Madrid 2 -1 el pasado 28 de septiembre. En términos de PIB, España es la economía 13 del mundo y Moldavia la 142. El futbol, como se ve, es democrático y en la cancha, sujetos a las mismas reglas, todos los jugadores son iguales.
Desde hace algunos años para acá, el balompié ibérico es dominado por el Madrid y el Barcelona. Pero entre el 80 y el 84 hubo seguidilla de cuatro campeonatos de equipos del País Vasco: dos para la Real Sociedad y otros dos para el Atlethic de Bilbao. Pero ocurre que merengues y culés, se subieron al tren del marketing y entendieron que el futbol es de dinero. Gana el que contrata a los mejores, y eso cuesta. Y si ganas, va la gente y se sigue generando plata para seguir acaparando cracks. Así es la espiral ascendente en el negocio del balón.
Igual lo ha entendido Tigres femenil: tiene a las mejores, gana por ello, recibe más ingresos que las demás, y sigue creciendo y acumulando campeonatos.
El proyecto tiene desde sus cimientos la impecable arquitectura de su directiva, que se tomó en serio esa liga de chicas que, esperamos, un día rivalice en atención con la de los hombres.
No culpen a las felinas. Enfilen sus enfados a los demás equipos de la liga, que no se esfuerzan por superarse.
@LucianoCamposG
El autor es el corresponsal de la Revista Proceso de Nuevo León y escritor de novelas, cuentos y guiones cinematográficos premiados. También escribe una columna de crítica de cine.