Hace años después de que falleciera trágicamente en un accidente aéreo, Horacio del Bosque Dávila, en su honor su familia y amigos, realizaban una carrera en la hermosa sierra de Arteaga, Coahuila, específicamente en “El Diamante”, ya que habitualmente le gustaba correr ahí.
La carrera era de 15 kilómetros su ruta tenía paisajes muy bonitos. Aún no había pavimento, el clima era perfecto en el mes de septiembre y la naturaleza con la que convivías la hacía muy especial. Era un imperdible cada año mientras la estuvieron realizando.
Horacio del Bosque era un apasionado corredor al igual que varios miembros de su familia, su hermano Raúl. Un amigo al que estimo mucho, y también excelente corredor, usó para la carrera una frase que fue su lema durante las ediciones que se llevaron a cabo, y ambos tenían presente: “Los tenis hermanan”. Recuerdo que me llamaba mucho la atención, y no la terminaba de entender más allá de lo literal.
Esa frase siempre resonaba en mi mente, porque quería entenderla y sentirla por mi misma. ¿Por qué los tenis nos hacían ser hermanos? Y bueno, con el tiempo por fin la entendí con todo mi ser.
Uno de los tantos valores que nos enseña el maratón es ese, la hermandad y solidaridad entre los corredores, y lo he vivido desde que lo comprendí. Cuando corres un maratón estás ahí entre un mar de gente que va buscando lo mismo que tu: llegar a la meta por la que tanto trabajaste, ya seas el primer lugar o el último, y eso tienes en común con todos.
Dentro del maratón me ha tocado ir sola, sin mis amigos o compañeros porque el paso cada quien lo agarra diferente. Entonces, como es normal, te pueden pasar muchas cosas en el trayecto, pero siempre alguien te ayuda si llegas a necesitar algo.
Una ocasión, una de tantas anécdotas, sentía un dolor fuerte en una pierna y una chica que iba a casi a mi lado se percató por mi modo de corre, se me emparejó y amablemente me ofreció una pastilla para el dolor.
Yo no traía en mi cangurera y se la acepté gustosa. Sentí que era mi salvación pero le pregunté: ¿traes más para ti? Y me contestó que no, pero que no importaba, que ella iba bien. Yo me quedé impresionada de ver cómo se desprendía de algo que quizá más adelante podría necesitar, y me dijo: “Tómatela, si necesito encontraré alguien que me dé alguna”. Hasta el día de hoy le agradezco esa hermosa acción hacia mi persona, y entendí por qué los tenis nos hermanan. Ahí todos somos iguales.
Cuando estás corriendo un maratón y te pasa algo malo y ocurre algo que no esperabas, te sientes vulnerable.
Así que encontrarte con este tipo de solidaridad es de lo más bonito y afortunado que te puede pasar. Obviamente esto se ha vuelto recíproco, porque siempre trato de ayudar a quien veo en necesidad. Una palabra de aliento, una pastilla, un “sabalito” con agua, cualquier cosa con tal de ayudar.
Esto por supuesto lo llevas también fuera del terreno del maratón, cuando alguien necesita algo y está en tus manos ayudar ¿por qué no hacerlo? Otra de las grandes lecciones del maratón, sin duda alguna.
Con dar un poco de nosotros podemos ayudar a alguien a soportar una carga que para él o ella es muy pesada.