De manera inesperadas, al futbol contribuye a causas sociales y abandera, a veces sin planeación, anhelos colectivos que, cristalizados, benefician a todos. El balón es capaz de reunir a contrarios políticos, juntar burgueses y proletarios, reconciliar a hombres y mujeres, y hasta hermanar a países en conflicto. También puede aproximar a la colectividad a problemas que parecen lejanos, extraños y hasta repulsivos, para muchos, como la homosexualidad, hasta hace poco considerada un embrujo implantado por el diablo en mentes perversas y depravadas.
Quienes han pugnado, con nobles ideales y esfuerzos desinteresados, por las causas de género y los derechos de las minorías, pueden agradecer al futbol que contribuya, por lo menos, a visibilizar algunas temáticas que debieran tener más espacio en la agenda pública, pero que, por atavismos e inercias colectivas, se tocan por encima o, con pudor innecesario, en espacios reducidos y en secreto. Pienso en el lesbianismo.
Afortunadamente, las relaciones afectivas y eróticas entre mujeres, son ya una condición aceptada por la generalidad en el deporte. Más allá, se puede reconocer al balompié por su contribución a esta normalización, pues entre jugadoras, que son ejemplos para niños y niñas, por disciplina y destreza, ya hay una aceptación de esta preferencia.
La tendencia es jubilar el repudio que hace algunas décadas provocó un daño enorme entre mujeres que estaban obligadas a llevar una doble vida, asfixiadas y esclavizadas a las apariencias. No tenían permitido que revelaran su identidad lésbica, porque la sociedad las repudiaría y las castigaría con exclusión y relego.
No hace mucho, había mentes pequeñas que, desde adentro del futbol, respaldaban lo que ya no se desea.
El presidente del equipo Deportes Tolima, de la liga colombiana de futbol, Gabriel Camargo, se quejó de la existencia del circuito femenino en su país. No veía razón para que existiera torneo de chicas. Increíblemente, el directivo dijo, despectivo, que los clubes de mujeres eran un “caldo de lesbianismo”. Adornó sus dichos con otra aseveración, igual de estulta: las mujeres son más tomatrago que los hombres.
Podrían comprenderse sus dichos, si los hubiera pronunciado en el milenio pasado, en la década de los 90, los 80 quizás, cuando la homosexualidad era satanizada y considerada una enfermedad que hacía abominables a quienes la ejercían. Lo sorprendente es que hizo sus pronunciamientos en el 2018. Los reclamos cayeron como chubasco, al señor Camargo. La jugadora Yoreli Rincón, que ese año ganó la Copa Libertadores femenino, para el Atlético Huilá, de su país, le espetó: “No se le olvide de donde vienen sus hijos… de una mujer”.
Afortunadamente, las expresiones de homofobia van reduciendo en el mundo y la tendencia vindicativa permea también el futbol. Hace un par de décadas, cuando empezaban a surgir los movimientos que rechazaban los odios contra las minorías y las personas de gustos diferentes, como los gays y las lesbianas, había esfuerzos grandes para hacer normal su situación. Los defensores de sus derechos consideraban que el mundo aceptaría a cualquier preferencia cuando hablar de ello se trivializara, como ocurre ahora. Expresiones como las de Camargo provocan indignación, por imprudentes y retrógradas, pero, por lo general, mueven más al fastidio, y terminan por calificar a la persona que las emite como tonta, irresponsable y odiadora.
Nadie se asusta
Ya nadie se asusta cuando se hace alusión a un homosexual. No hay sonrojados, ni silencios incómodos. Está tan aceptado el tema que, como soñaban los primeros luchadores de la causa, ya no reviste importancia la sexualidad adoptada por el individuo.
El pasado 5 de marzo, en el Estadio BBVA ocurrió un hecho singular, que refuerza, con vigor, los avances de las minorías. La defensa holandesa de Rayadas, Merel van Dongen, que este año llegó al equipo, había revelado que iba a ser mamá. Al final del juego de esa noche, en la pantalla del moderno inmueble fue efectuada una dinámica de esas que están de moda, de revelación de género. La imagen mostró que el bebé que espera es niña. Hubo aplausos y júbilo.
Siempre es una experiencia grata la llegada de un nuevo ser y hay que celebrar. Por si alguien no lo sabía, su pareja es la exfutbolista sevillana Ana Romero, que lleva el embarazo.
En videos que se han difundido en redes, las familias de las dos y el entorno del futbol se han deleitado, con formas enternecedoras, por la llegada de la bebé al club Mamás FC, como se menciona de las futbolistas que tienen hijos.
Ya antes, en Tigres hubo una historia de amor similar entre las jugadoras Stephany Mayor y Bianca Sierra que se casaron en el 2022 y que se estrenaron como madres de gemelos, niño y niña, al año siguiente. Y, también, con ellas hubo festejos en el equipo felino, en el entorno futbolero mexicano e incluso en la Selección nacional femenil donde juega Mayor, conocida como La Generala.
La aceptación de las relaciones interpersonales de cualquier talante, como ocurre ahora, genera tranquilidad, estabilidad y seguridad a las parejas del mismo sexo. La modernidad ayuda. No había motivo por el que hubiera lapidación a quienes son diferentes.
La individualidad y el respeto a la persona debieran motivar, como reacción extrema, la indiferencia. El que no esté de acuerdo, que ignore, el que se siente fastidiado, que no voltee a ver, el que repudie, que se sienta feliz por no ser igual. No hay justificación para violentar a quien no es igual. Es un timo suponer que otras mujeres o niñas se van a mimetizar con las lesbianas viéndolas juntas. Ahí entran, como agentes mediadores, padres y tutores con la explicación en casa. Es crucial, para entender la diversidad y la tolerancia, la educación que derrota al oscurantismo, que tanto daño ha provocado a la humanidad.
Celebremos la diversidad y que cada quién conduzca el balón como le plazca.