El futbol profesional femenil en México no está en crisis. Al contrario, la humillación en el premundial de Concacaf en Monterrey recae más en la Federación que en el equipo nacional, que con tan inesperado resultado demuestra que la primera piedra del éxito deportivo se coloca en el escritorio de quien toma las decisiones operativas y administrativas de la selección.
Existe un patrón de incapacidades en los federativos del futbol profesional en México que, aunque ya les explotó en la cara, poco hicieron para resolverlo de fondo. Como se acostumbra, se levantó el tapete, se barrió el polvo hacia adentro y todos contentos y felices porque el mundial varonil se acerca.
Que Mónica Vergara no fuera destituida inmediatamente como entrenadora de la selección mayor después de la eliminación es un insulto a las jugadoras, a las que están y a las que no están, porque si algo dejó el torneo en Monterrey es que hay jugadoras que brillan en el club y hay jugadoras estelares en la selección, y no necesariamente son las mismas.
Paradójicamente esa, la variedad, es la fortaleza del futbol femenil en México. Evidentemente se está muy, muy atrás aún de Canadá y los Estados Unidos en calidad y cantidad de jugadoras, pero la brecha se está acortando de a poco gracias a las oportunidades de becas en universidades estadounidenses, además del reclutamiento de jugadoras mexicoamericanas como Maria Sánchez, Bianca Sierra o Jocelyn Orejel, quienes han ido fortaleciendo a los equipos nacionales, y con un entrenador o entrenadora ideal, la capacidad de potenciar el talento deberá de crecer.
Aunque son pocos los clubes que se han tomado en serio la responsabilidad de apoyar a sus equipos femeniles, la liga profesional va creciendo en calidad. América, Monterrey, Tigres y Pachuca están invirtiendo con jugadoras internacionales y nacionales -tanto en desarrollo como experimentadas- que han nivelado el piso competitivo para beneficio de la liga y sus aficionados.
Aún y con el espíritu de competencia natural en deportistas de alto rendimiento, y los incentivos económicos del profesionalismo, la sororidad que existe entre las jugadoras de la liga ha creado una comunidad mucho más generosa a lo que desde afuera se ve en futbol varonil.
Esa generosidad también le abona al progreso.
Si bien es cierto que Monterrey sigue siendo la mejor plaza en asistencia para la liga femenil, en lo general este es un espectáculo de familias que atrae a cientos de niñas que desean ser como Katty, Uchenna, Licha o Charlyn, tan diversas que juntas encajan perfecto.
Por eso el futbol femenil no está en crisis, porque en cada torneo se sigue atrayendo a más y más mujeres, ya sea por el estilo de juego, el rendimiento en la cancha o incluso por la manifestación libre y empoderada de su identidad, cualquiera que sea. En una sociedad en evolución, la existencia de espacios donde todos y todas quepan jamás será un fracaso.
Horacio Nájera es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UANL y maestrías en las Universidades de Toronto y York. Acumula 30 años de experiencia en periodismo, ha sido premiado en Estados Unidos y Canadá y es coautor de dos libros.