La reciente fecha FIFA dejó alegres cuentas -en la cancha y en el banco- a la Federación Mexicana de Futbol. El triunfo ante Ghana y el empate contra Alemania en tierras estadounidenses no solamente recuperó la esperanza nacional en el equipo tricolor pueda dar una buena Copa América el año entrante; también alentó la posibilidad de que el añorado relevo generacional finalmente ocurra.
Ese particular entusiasmo, el de la renovación completa del equipo nacional, topa en la sempiterna presencia de Guillermo Ochoa en la portería, que sigue siendo convocado a pesar de que, tal y como ocurrió en su paso por España, se distingue por ser el guardameta más goleado en la liga Italiana.
Ochoa tiene 38 años, que no es una edad terrible para un portero que como él ha cuidado su físico, y ya pertenece al selecto grupo de futbolistas que han asistido a cinco copas del mundo, aunque la primera fue como tercer portero. Una carrera muy loable, pero de allí a pensar que sea titular para el mundial en casa dentro de tres años hay una distancia muy grande.
En esas decisiones difíciles de comprender, Jaime Lozano no solo llamó a Ochoa a la fecha FIFA reciente; por alguna inexplicable razón también convocó a Julio González, Toño Rodríguez y Luis Ángel Malagón, tres porteros que solo fueron de vacaciones a los Estados Unidos cuando se esperaría a que, por lo menos en el juego contra Ghana, alguno de ellos pudiera alinear, cosa que no ocurrió.
Como parte de los compromisos comerciales de la selección, convocar y alinear a determinados jugadores que atraen anunciantes es parte del negocio de la federación.
En el 2007, el entonces director de mercadotecnia de la FMF, Rodrigo López expuso en un foro que un grupo de diez jugadores estelares del tri como Giovani Dos Santos, Carlos Vela, Pavel Pardo, Oswaldo Sánchez y Rafael Márquez eran “blindados” mediante pagos especiales para asegurar su exclusividad comercial con las marcas que patrocinaban a la federación.
Tras la salida de Javier Hernández, Guillermo Ochoa quedó como el jugador más mediático del tricolor, gracias a su desempeño en los mundiales y las crónicas exaltadas de los narradores que incluso lo incorporaron a la cultura popular mexicana, tan necesitada de héroes.
Su presencia en la selección, especialmente después del fracaso gigantesco de Qatar, pareciera ser inexplicable, aunque en el vestidor, donde ya se han ventilado grillas y grupos que incluso hasta deciden a quien se convoca o no, la veteranía de Ochoa seguramente influye, tanto como para los comerciales que seguramente facturan en el tri con su imagen.
Técnicos y directivos son rehenes de los resultados. Jaime Lozano y sus jefes lo saben, y por eso necesitan a Ochoa, que mientras les saque de dos a tres balones por partido les seguirá extendiendo el contrato y a la federación los ingresos. Esta última fecha FIFA quizá fue la última oportunidad que tuvo la selección de darle fogueo a quien reemplazará a Memo en la portería antes de la Copa América del año entrante, porque ya sabemos lo que pasó en la última participación azteca.
De Rebote
A Tigres femenil, el arbitraje en el clásico le afectó por partida doble. Además de no marcar un penalote del tamaño de la presa el Cuchillo y perdonarle la segunda amarilla a la defensa de Rayadas, la pésima noche de Lizzet García le abrió la puerta a Eva Espejo para ganar el partido dando una clase de cómo manejar las situaciones sobre la marcha.
Una vez que no se marcaron ni la mano ni la expulsión por tarjetas, la entrenadora de Rayadas supo leer que en el poco tiempo que le quedaba al juego -aun empatado- las amazonas estaban desconcentradas y enfurecidas con la arbitro.
Fue entonces cuando metió los cambios que aprovecharon el caos y se llevaron el juego. Espejo entendió el ambiente y actuó en consecuencia, cosa que no hizo Milagros Martínez, quien se mantiene en la idea de cambiar ya cuando es demasiado tarde y usando jugadoras inapropiadas para el apremio.