Al América, o lo odias o lo amas, no hay vuelta de hoja.
Muchos lo aman porque en tiempos pasados las águilas eran imparables, con figuras que nadie más en la liga podía pagar. Solamente el Televisa del “Tigre” Azcárraga que, entre la subordinación al poder y la falta de competencia mediática, tenía los recursos para contratar a estrellas consolidadas y otras ya en el ocaso de su carrera, pero todavía con magia en los pies que arrasaban con los torneos largos y las finales.
En los tiempos de la televisión análoga, muchos se enamoraron de América porque sus partidos eran los estelares en los domingos y los resúmenes en 24 Horas dedicaban tiempo para alabar a las águilas, que en no pocas ocasiones fueron misteriosa o burdamente apoyados con decisiones arbitrales que de a poco les crearon esa fama de favorecidos permanentes.
Al paso del tiempo, las generaciones emergentes continuaron el amor por el equipo gracias a sus logros, a su publicidad y la necesidad de reflejarse en un ente ganador que, en una genialidad de mercadotecnia, capturó la esencia del americanismo en el conocido “odiame más”.
Además de ser un espectáculo, el futbol profesional mexicano es una subcultura en la que se ha construido un sincretismo deportivo que juega con imágenes que llaman al amor y a odio a través de regionalismos (el clásico regio), identidades (Santos de Torreón y Diablos del Toluca), personalidades (Nahuel Guzmán o Cuahutémoc Blanco) y el patriotismo ramplón (Chivas juega con puros mexicanos). De todos estos, la imagen más significativa se la lleva el América, que guste o no es el más ganador de la liga, para odio de muchos y amor de muchos. La perpetua dualidad en una camiseta.
Anoche, la historia jugó del lado de las águilas. Sus contrataciones caras de gran calidad y contundencia, la inexplicable ceguera del árbitro y el VAR en el cabezazo de Henry Martin a Diego Lainez al minuto 70 y la multiplataforma digital con su fichaje de lujo David Faitelson al frente de un extasiado grupo de comentaristas y analistas. La noche perfecta para una temporada excelsa que coronaron con la 14.
Y si, la historia jugó del lado del América con los remates fallidos de los Tigres, con la injustificable expulsión de Raymundo Fulgencio y la explosión emocional de Nahuel que le costó una tarjeta por reclamar, además de la mala fortuna de que Luis Quiñones llegó lesionado al juego decisivo. También lo que no hicieron los visitantes cuenta, y en este caso, mucho por tratarse del que hasta la tarde del domingo era el campeón y quizá el segundo equipo más aborrecido en la liga desde hace 10 años.
Otra vez, Tigres se quedó en la orilla del bicampeonato. Otra vez, el América levanta la copa y arenga: “odiame más”.
De Rebote
A nivel directivo, la temporada quedó en empate: la copa femenil para las amazonas, la varonil para las águilas.