De nuevo, los puristas del futbol mexicano se vuelven a rasgar las vestiduras por el modelo de negocio regiomontano.
El plan de regeneración de Tigres, o la vida post-Gignac, sigue en marcha con la contratación del México-canadiense Marcelo Flores, quien a sus 19 años llega con experiencia formativa en Inglaterra y España para unirse al grupo de talento juvenil que Sinergia Deportiva ha traído con la mira puesta en al menos los próximos cuatro años.
Además de Flores, los felinos ya tienen a los medallistas olímpicos en Tokio Diego Lainez, Sebastián Córdova, Jesús Angulo y Vladimir Noroña, que son acompañados por el bicampeón Ozziel Herrera, el también repatriado Eugenio Pizzuto y los de casa Raymundo Fulgencio, David Ayala, Jesús Garza, Sebastián Fierro, y Fernando Ordóñez.
Los argumentos para denostar la contratación de Flores son basados en que, según algunos, el joven no rindió lo que prometía en la cancha, por eso fue relegado del Arsenal menor y del Oviedo y lo llevó a firmar con Tigres, cuando bien podría seguir buscando equipo en una liga menor de Europa y acabar de formarse allá, en vez de venir a debutar en México.
Interesante que cuando ese mismo Flores estaba en la encrucijada de jugar con Canadá o con el Tri, varios de esos mismos que hoy lo apedrean en las redes suspiraban porque el joven se decidiera por la selección azteca.
El futbol profesional es una actividad para generar ingresos. Es un intercambio comercial en el que los deportistas participan por dinero y los espectadores pagan por gozar de un espectáculo. Cuando ese intercambio es desigual, las arcas lo resienten, y entonces deja de ser negocio para una o las dos partes.
En ligas tan competitivas como las de Europa, en donde se invierte mucho, y se juega bastante entre copas, campeonatos y torneos, los directivos y los entrenadores son quizá los más interesados en ganar porque de eso dependen sus empleos.
En este contexto, si hay jugadores que no han madurado, que ya envejecieron o que no se acomodan al sistema de juego, el clima o el nivel de competencia simplemente se van pronto, porque representan un riesgo que potencialmente llevaría al desempleo al cuerpo técnico.
Ejemplos hay varios de futbolistas mexicanos que no caben en tal o cual equipo: Rodolfo Pizarro en Miami, J.J. Macías en el Getafe, o el Kikin Fonseca en el Benfica. Algunos se van, otros se quedan cuando cambian de entrenador y allí se redimen, y otros se quedan en la banca por temporadas.
Uno de los casos más bizarros en el futbol azteca es Luis Hernández, quien fue contratado por Boca Juniors solo porque Maradona lo pidió.
El futbol da, el futbol quita, porque es un negocio. Por eso hay que estar preparados financieramente para cuando se acabe la cancha, la cartera siga llena, que sin duda es otro factor de motivación para Marcelo y otros que regresan a México como Erick Gutiérrez, se van a la MLS como Carlos Vela o llegaron hasta Arabia como le pasó a Jared Borgetti.
Entonces, ¿fracasaron Marcelo Flores y Diego Lainez en Europa? Difícil saberlo, porque entre los códigos de secrecía del vestidor, el humo que se vende desde las mesas de debate, y los intereses personales y de organización, la verdad se difumina.
Será interesante antes del Mundial del 2026 volver a ver los videos y leer las columnas de los que hoy critican a la nueva generación de jugadores felinos, que de seguir en este equipo y con una renovada hambre de ganarlo todo, tienen posibilidades de llegar a ser una buena parte de la base del tricolor, que por cierto es el producto más importante en la industria del futbol en el país, y al que todos le apuestan a ganar.
Si Marcelo, Diego, Eugenio y el resto de los juveniles de Tigres no dan el ancho en su momento, seguramente de van a ir, así como se fue Florian Thauvin, a quien el cuerpo no le alcanzó para la competencia en México, ni para la residencia en el horno llamado Monterrey. En la operación comercial, el francés falló, y con todo y ser campeón del mundo y amigo de Gignac, se le canceló el contrato.
Tigres y Rayados, cada quien a su manera, han transformado el negocio del futbol profesional en México con jugadores de élite, un estadio de clase mundial, y la consecuencia lógica de esto ha sido la concentración de finales nacionales e internacionales jugadas y títulos obtenidos en Guadalupe y San Nicolás, tanto en varonil como en femenil. Las dos organizaciones operan con las reglas del juego vigentes, viendo por sus intereses y conveniencias.
Visión empresarial, se llama.