Claro que sí me tocó ver jugar a Pelé. No solamente en el Mundial México 70, cuando Brasil se coronó campeón, sino también cuando vino a un amistoso en el Estadio de la UANL con el Cosmos de Nueva York, cuadro en el que militó entre 1975 y 77 y con el conquistó su último campeonato para retirarse de las canchas. Ahí me tocó captar las imágenes del conjunto blanco y a Edson Arantes Do Nascimento en plena acción. Por lo mismo, al rescatar esa página amarillenta del periódico con mi forma, me emociona y me lleva a evocar al que es calificado por expertos como el mejor futbolista de todos los tiempos.
Pero hoy lo hago con especial sentimiento por la noticia de que el tumor que se le anidó en el colon lo llevó a una hospitalización urgente. Pero más todavía porque el diagnóstico médico dado a conocer por su hija Kely Nascimento sobre la salud estable del ex futbolista, de nada ha servido, pues en estos días han circulado noticias alarmantes, producto del amarillismo de algunos medios, anunciando casi su fallecimiento. Nada de eso es verdad, si nos atenemos a lo expresado por la mujer, harta de recibir mensajes en sus redes sociales para que confirme si el cáncer se le extendió al hígado e hizo metástasis en otros órganos.
Yo le creo a la hija de Edson Arantes Do Nascimento y me alegra que siga luchando por su vida a sus 81 años de edad. Me baso también en el boletín de los facultativos que lo atienden, porque hablan de un tratamiento de rutina al darlo de alta del hospital. Así es que me gusta que sus admiradores canten el famoso “hay Pelé para rato”. Porque la chica dice que no hay por qué dudar del estado de salud de su padre, pues cada mes acude a realizarse una evaluación general y se somete a estudios obligatorios por su padecimiento detectado hace años, y de cuando en cuando los médicos le recomiendan internarse por un día. Pero como esta vez la prensa se enteró, el contagio informativo enturbió el ambiente que rodea al campeón del mundo en los años 1958, 1962 y 1970.
Aun así, no han cesado las versiones con confirmadas que señalan la gravedad de Pelé y su inminente desenlace. Y ni porque los periodistas serios acuden en tropel al hospital “Albert Einnstein” en Brasil, se calman las especulaciones. Sus problemas de cadera, columna y rodillas siguen ahí, pero no como para que lo maten los sensacionalistas de las redes sociales. “Hay Pelé para rato”, es la conclusión de su hija y de sus seguidores en todo el mundo, recordando sus hazañas en las canchas y su vida exitosa después de 1978.
Es un triunfador que ha sobrevivido a la fama, la cual lleva a muchos al desastre por el cúmulo de halagos de las masas, el dinero abundante en un corto tiempo y el acoso de familiares, amigos y mujeres (en este caso), tratando de arrebatarle sus bienes y recursos materiales. Pelé lo vivió muy cerca con su compadre Garrincha, quien fue también campeón del mundo en 1958 y 1962. “No ha habido otro extremo derecho como él” –ha repetido muchas veces el brasileño que conoció de cerca el estilo de juego de su paisano–. “Movía el balón como quería y corría la banda a su antojo. Por eso fue muy triste verlo morir como murió a los 59 años”.
De nada le valió a Garrincha superarse en el terreno de juego y poder dejar su condición social miserable, arrastrada por 15 hermanos. Al final su fortuna se la comió el vicio del alcohol y de las parrandas con amigos y mujeres, al grado de irse de este mundo solo y sin un cinco, además de dejar hijos regados por todas partes. “Es una lástima” –refuta Pelé esa situación de otros futbolistas también–. “Por eso hay que hacer mucha labor con los que empiezan en los clubes y llegan a sus selecciones nacionales después, por el ejemplo que hay que dar y por el peligro de terminar derrochando lo ganado”.
Sabias palabras de quien puede seguir adelante con las banderas desplegadas. Así lo dicen los médicos que lo atienden en Sao Paulo. Ojalá haya “Pelé para rato”. No importan sus 81 años de edad y sus padecimientos. La mente a veces es más fuerte que el organismo.