Cuando a Rogelio Funes Mori lo asaltaron en su casa bien pudo tomar sus cosas, subirse a un avión y regresar a la Argentina, o buscar un contrato en la MLS para que su familia viviera mas segura en los Estados Unidos o Canadá. No lo hizo.
Después del último papelón del Monterrey en el Mundial de Clubes, cuando irracionales barristas se comportaron más como narcos que como aficionados dejando hieleras con fotos del entrenador y directivos y trataron de bloquear el camión del equipo “por las buenas”, el goleador histórico del club bien pudo buscar su salida de un entorno agresivo, tanto o más como el que se da en el futbol suramericano. No lo hizo.
Le montaron un retén afuera del barrial y, ante la negativa de detenerse, le gritaron de todo y le advirtieron que ni metiendo 200 goles sería querido por la afición rayada. Le llevaron canastas de huevos para reprocharle la baja de juego y la poca efectividad en clásicos. Y se quedó.
Puristas, activistas y analistas del futbol mexicano se le fueron a la yugular cuando anunció su naturalización y el llamado a la selección mayor que fue al mundial de Qatar. Al regreso, y con apenas unos minutos improductivos en la cancha, la crítica pasó a burla. El, siguió jugando.
Rogelio Funes Mori no fue el jugador espectacular, mediático y carismático que los aficionados, los medios y la directiva esperaban, especialmente con la permanente presión de la losa de la competencia regia sobre su espalda. De poco sirvieron los 160 goles si solo metió tres en los clásicos y solo ganó una liga, dos copas y dos concachampions.
Parece que el “mellizo” tampoco fue el mejor amigo de los barristas y de los periodistas-porristas, que de forma permanente estuvieron sobre él cuestionando su desempeño dentro y fuera de la cancha.
El futbol es un negocio donde hay mucho dinero de por medio. Guste o no, esa es la naturaleza del espectáculo y vivimos en un mundo híbrido en el que los resultados más la suma de algunos posts en redes sociales, unos podcasts y voces amplificadas en mesas de análisis se combinan para influir en el ánimo de las directivas, que por mantener sus generosos empleos hacen lo necesario, incluso con sus figuras históricas.
Seguramente la relación entre Funes Mori y la directiva y el técnico del Monterrey se desgastó, y posiblemente la carga se hizo insoportable e innecesaria para el delantero, quien terminó yéndose por la puerta de atrás.
Renovar con salario reducido, quedarse en la banca o falta de reconocimiento institucional. Rogelio Funes Mori tuvo sus razones para irse, pero al hacer a un lado al deportista para ver solo al extranjero que hizo de Monterrey su casa, y que a pesar de los desafíos decidió quedarse, el juicio de valor sobre el méxico-argentino cambia.