Dicen los que saben de los secretos de la mente y cómo funciona el universo, que “Si lo figuras en tu mente, lo puedes realizar”.
Esto no jala como lo dicen los coaches de vida que venden los cursos de “Cómo hacerse millonario en dos semanas”, como ellos.
Lo que no aclaran es que ellos lo lograron ofreciendo cursos a ingenuos y cobrándoles por echarles mentiras sobre “Cómo hacerse millonarios en dos semanas”.
Esto es diferente…
En el fútbol hay algunos ejemplos de jugadores que antes de llegar a ser figuras del futbol internacional, lo modelaron en su mente.
Desde niños otearon el horizonte, ajustaron la mira y jamás quitaron la vista del objetivo, hasta conseguirlo.
Hugo Sánchez fue uno de ellos; el otro, Cristiano Ronaldo. Hay más por supuesto, pero nos centraremos en ellos.
Y no mencionó a Messi, uno de los más grandes –si no el que más—porque una cosa es el talento natural, el nacer con esas extraordinarias habilidades del rosarino, y otra, sin tenerlas, trabajar, duro y mucho hasta conseguir unas similares.
Hugo, un mexicano del que todos deberíamos estar orgullosos por lo que hizo como jugador en Europa, por envidia, a muchos les cae gordo. Pues sí. Llamar a las cosas por su nombre, sin filtros, no callarte si crees que deseas o mereces algo, no gusta a muchos. Le dicen soberbio y en México debes ser agachón y simpático para caer bien a la masa. Hugo no es ni una cosa, ni otra.
Como futbolista trabajó desde chavito y juvenil puliendo habilidades en su elástico cuerpo y en su cabeza para jugar fútbol. Sin tener un gran físico, era de un futbol tan sencillo, tan práctico que le cuentan en la liga española una marca de hacer 30 y tantos goles en un torneo a un toque: de cabeza, de punterazo, de tiro libre, de zurda, de derecha, de palomita, de chilena, de volea… pero todos a un toque.
Jugaba siempre de primera, sabía a dónde tocar y devolver; jamás se gambeteó a nadie, decía Jorge Vadano, y así ganó cinco Pichichis, una respetable marca inalcanzable para un mortal “normal”.
Su gran habilidad era estar donde tenía que estar para anotar, mientras los defensas estaban viendo el balón y “lo cuidaban” al mismo tiempo, un segundo más tarde ya no estaba ahí, sino allá, para marcar.
Le podías tirar el balón raso, alto, bajo, tocadito, una bala, o flotadito, como se la dieras, él podía meter el balón con cuaquier parte del cuerpo aparte de los pies, podía ser el muslo, el pecho o la cabeza.
Tal vez no ganó nada con su selección, pero eso no opaca sus logros individuales que lo inscribieron, gracias a su esfuerzo propio y a esa visión que tuvo desde niño, en los libros de récords del futbol mundial.
Cristiano comparte con Hugo algunas similitudes. Ambos carecieron de la figura paterna que los acompañara en ese su camino de formación cuando tanta falta hace el consejo, la disciplina, el abrazo, la motivación y el empuje que te da papá.
Y así, Cristiano, que no es Messi, por supuesto, te puede hacer una bicicleta y dejarte tirado en el pasto porque lo ensayó mil veces, no porque tuviera la magia del argentino o Ronaldinho , igual es una bestia, dicho en el buen sentido del término.
Es más rápido, más fuerte, salta más alto, ve lo que otros no ven, se mueve a donde los otros apenas lo intentarán y le pega al balón con un tubo porque todo lo trabajó, le llevó incontables horas en cancha y gimnasio ser quien es hoy.
Por eso, puede seguir marcando como lo hace, como este fin de semana con un triplete ante el Tottenham.
La semana pasado cumplió los 37 y puede competir aún y hacer ver mal a chamacos que aún no nacían en 2002 –hace 20– cuando él debutaba en el Sporting de Lisboa haciendo un golazo al Betis, sacando al arquero y poniéndola en el ángulo y donde el relator español no sabía ni quién era, y lo llama tres veces “Custodio”.
Hugo y Cristiano trabajaron mucho tiempo, muchas horas para pulir sus habilidades y llegar a donde llegaron y servir de ejemplo a muchos, aunque hoy, la mayoría cuando llega al profesional y aún antes, pasa más tiempo en el sillón del tatuador, del estilista o jugando FIFA, que trabajando en la cancha.
Y así… así no se puede.