El futbol soccer, y otros deportes de masas, pero principalmente el primero es un negocio, además de espectáculo, mediante la competencia entre protagonistas profesionales en una cancha. La mercadotecnia ha conseguido que escurra el dinero a raudales. Y en México, la empresa que lleva la voz cantante es Televisa. Desde hace décadas se ha impuesto en la máxima categoría con su equipo, al que algunas veces se le atribuía en las décadas de 1970-80 ejercer presión en los árbitros para sus logros en la tabla de posiciones y en los gallardetes.
Sea verdad no probada o mentiras a medias o descaradas, lo cierto es que el América ha estado en la cima de estos comentarios populares, lo mismo que en lo que respecta a la parcialidad noticiosa de Televisa, simplemente por ser la dueña de la divisa crema. Y ahí sí no hay discusión si nos remontamos a los tiempos de Emilio Azcárraga Milmo, quien no ocultó jamás estar al servicio de los presidentes de México y considerarse un “soldado del PRI”. Sus órdenes era promocionar en su medio al famoso cuadro capitalino y. si era necesario, que los cronistas y comentaristas se cantearan a su lado.
Pero con la llegada al poder del ahora llamado canal de las estrellas, a fines de siglo, de Emilio Azcárraga Jean, ya en tiempos de la naciente (aunque imperfecta) democracia, hay una línea abierta para ejercer un periodismo deportivo más equilibrado, sin afectar al negocio del medio televisivo, e inclusive hay testimonios serios de que dentro de la empresa a nadie se le obliga a irle al América y en cuanto al desempeño profesional de los informadores no se ejerce ningún atisbo de censura ni se les da indicaciones de torcer la verdad de cada quien a la hora de los partidos y en los debates que tanto atraer a las masas en la pantalla grande. Por algo acaban de integrarse dos críticos consumados y de mucho arrastre, como lo son David Faitelson y André Marín, quienes formaron parte del equipo de TV Azteca inicialmente bajo la batuta de José Ramón Fernández, quien no se cansa de despotricar contra todo lo que tenga que ver con Televisa.
Sin embargo, no debemos ignorar que a Emilio Azcárraga, nieto e hijo de los primeros directivos de alto nivel, descuida los dineros que deja el fútbol soccer. Y muchos se van con la finta de que la primera exigencia que le hace a los entrenadores es que sean campeones. Es una finta, porque eso lo plantean todos los directivos, como parte de su afán triunfador. “El sub campeonato no sirve para nada y pronto se olvida”, afirman que les dice el magnate televisivo a todos los directores técnicos que llegan al América. Y es cierto.
Lo que ocurre es que en esa finta se esconde el deseo de que su equipo termine en el liderato de la tabla general, con el fin de mandar en todo lo que se refiere a la liguilla, pues por reglamento el superlíder, además de cerrar cada fase como equipo local, elige días y horarios de juegos. Y ahí están los condicionamientos que ubican al América en fechas y horarios de la mayor conveniencia, pues los “triple A” le sacan buen jugo a la publicidad y a las promociones.
Es que no es lo mismo que un equipo, y más si se considera grande, se corone en cancha ajena y pellizque una buena tajada de billetes, a que le dé sobrado gusto a su afición ganando en cancha propia y sumar otros fabulosos ingresos si está arropado por la televisión. Así es que esta vez la suerte le ha vuelto a sonreír al América, aunque falta ver que llegue a la Finalísima, si es que logra doblegar al sorpresivo San Luis, que está terco en hacer valer su apodo de “caballo negro” en esta nueva lid por el título del futbol mexicano.
Y si la divisa mandona conformada por América-Televisa consigue hacer de las suyas en la semifinal, falta lo que haga ante Tigres o Pumas, sea quien califique en la penúltima jornada del play-off, especialmente si se toma en cuenta la pretensión de los de la UANL de ser bicampeones, y el sueño de los capitalinos que regresar a vivir la gloria que ya extraña de ser campeones, máxime en un clásico vibrante en el Estadio Azteca. La moneda está en el aire.