Lo espeso de anoche podía tocarse ese día en el Estadio Tecnológico.
Agitado aún por el resultado, apareció entonces Miguel Herrera. La puerta metálica del vestidor se abrió de golpe, cuando enfundado en el impecable traje oscuro el técnico de los Rayados soltó una frase que habría de resumir un punto clave de su proceso en el banquillo.
“Cuando crees que lo has superado, te vuelve a suceder”, dijo, apurando las palabras ante mí, no porque quisiera decírselo a este reportero.
Más bien eran unas palabras al aire, que pudo haber recogido cualquier otro que hubiera estado en ese lugar y momento, como cuando se recogen las piezas de un rompecabezas que un viento fuerte ha hecho volar por los aires.
Los Rayados habían dejado escapar otra vez una ventaja. ¿El rival? El paso de los años ha hecho mella en la memoria. Pudo haber sido un Clásico.
Hoy la historia, el futbol, caprichoso como es, pone a Miguel Herrera otra vez ante esa lucha interna que le ha acompañado a lo largo de su carrera, primero como jugador, y después como técnico: ¿Hasta dónde arriesgar? ¿Hasta dónde cuidar el resultado? ¿Cómo encontrar el equilibrio entre uno y otro?
¿Cómo encontrar el Nivel Óptimo de Activación (el NOA, como le llaman)? Mucha adrenalina puede hacer tomar riesgos innecesarios, poca adrenalina puede inmovilizar e impedir reaccionar de manera adecuada.
Domesticar el instinto, la pasión, parece fácil, pero no lo es, menos para un técnico acostumbrado a sentir el futbol de una manera distinta.
Con ventaja de 2-1, a los Tigres les bastará un empate para avanzar a la Final, en el duelo de esta noche el Estadio Nou Camp.
La tentación de salir a cuidar el marcador siempre estará al acecho en un partido de estas características. Muchos posibles títulos se han truncado en este tipo de escenarios.
Johan Cruyff lo escribió en un texto magistral sobre la Final del Mundial de Alemania 74. La gran Holanda que revolucionó el futbol y había tenido una marcha aplastante en esa Copa del Mundo, tuvo una ventaja tempranera e inesperada sobre al anfitrión Alemania Federal, apenas al minuto 2, con un penalti que convirtió Johan Neeskens.
Holanda no esperaba estar tan temprano arriba en el marcador, escribió Cruyff. Entonces una especie de vértigo se apoderó del equipo. Estaban tan cerca de cumplir el gran sueño de ser campeones del mundo, por lo que empezó a revolotear por sus mentes la tentación de cuidar la ventaja que ya tenían.
Algunos jugadores en la cancha pensaron que era momento que cuidar aquello que les daba la gloria tan anhelada, y otros de seguir jugando aquel futbol ofensivo que les había permitido llegar hasta allá. Ese titubeo produjo una desorganización que aprovechó Alemania para darle la vuelta al marcador y coronarse, detalló Cruyff. Holanda se quedaba en la orilla por su falta de determinación y equilibrio de emociones.
Hoy Tigres saldrá en busca de encontrar ese justo equilibrio entre atacar y defender. Ni mucho ataque que deje en banquete los espacios para que León haga la hazaña; ni ser demasiado conservador como para que la pelota esté demasiado tiempo cerca de la portería felina.
El arte del equilibrio. El nivel óptimo de activación. Ni mucho ni poco.