La tecnología del VAR es, quizás, el invento más vanguardista en el futbol en el nuevo milenio, y marca la irrupción de las tecnologías en el juego.
Los románticos del balón pueden ir despidiéndose de la forma de ver partidos, en el estadio y desde la casa, como lo hicieron en un pasado no tan remoto. Ya no se trata solo de ver goles. El futbol ahora es ofertado por las empresas dueñas de la franquicia como una experiencia totalizante de sensaciones. A veces con el añadido del juego como un divertimiento extra.
La evolución de todos los deportes ha arrastrado también al balompié. Durante décadas se consideraban dogmas de fe las sencillas reglas, basadas en la colocación de una pelota en una cabaña de hilos llamada portería. No había mucho misterio en una confrontación de once contra once, en un rectángulo de noventa por cuarenta y cinco metros, con un juez sancionador y el uso preferente de piernas para transportar la pelota. El portero es el único que puede utilizar las manos.
Ahora todo se complica en laberintos progres. La sofisticación parece necesaria para el gozo. El glamour va aparejado al disfrute. Tal vez por eso los futbolistas ahora son también fashionistas e influencers.
El asistente de video viene a mejorar la imparcialidad de los partidos, pero también desplaza un parte del factor humano,a través del criterio del árbitro, encargado de dar a cada quien lo correspondiente o, como dicen entre legisladores, responsable de la justicia. Lo de hoy es un análisis frío, más preciso, pero invasivo y hasta metiche.
Hay quienes dicen que era mejor cuando el árbitro se equivocaba cristianamente, no como ahora, que un monitor determina el resultado de un partido de final, con millones de esperanzas de aficionados en juego y millones de dólares en apuestas y premios.
Junto con la instalación sobre los encuentros de los ojos del Gran Hermano VAR que todo lo ve, se han impulsado otras modernidades con el propósito de hacer más eficiente el juego. Se van refinando los telares de los uniformes, los científicos desarrollan zapatos de más agarre, de liviandad de papel, con una pegada más dulce.
Se desarrollan softwares para medir el rendimiento de los jugadores. Algunas habitaciones dan aire más puro, otras metodologías recuperan la fatiga con tratamientos de láser, o con aplicaciones de hielos especiales.
Se van aproximando las predicciones de la ciencia ficción, que proyectan a los hombres robotizados. Parece inminente la implantación de un chip corporal, tal vez para oxigenar la sangre, estimular la secreción de hormonas de rendimiento o para diagramar,desde la cabeza, movimientos mejores con y sin balón.
Todo sea por hacer más eficientes a los actores, que ofrezcan un espectáculo más vistoso, más colorido y llamativo. El siguiente paso, del evento, puede ser la colocación de una alfombra roja desde el túnel hasta la media cancha para el lucimiento de los elencos.
Llama mi atención la forma actual de celebrar goles. Las luces del estadio se apagan y se encienden como el parpadeo de un gigante luminoso, asombrado por la maravilla del tanto. En algunas canchas estalla pirotecnia detrás de la portería del visitante, para enmarcar el balón que metió el local.
Ha dejado de ser suficiente, para el espectador, sentirse feliz al presenciar el salto de júbilo del anotador. Hubo un tiempo, en el milenio pasado, en el que la tribuna veía al héroe correr enloquecido de gozo por presentarse en el marcador.
Ahora hay toda una ceremonia de protocolos luminosos para enmarcar una estampa de gol que, en un tiempo, estaba hecha puramente de emociones. No sé que venga para el futbol.
Me agradan los avances de la ciencia para optimizar el juego, pero no me atrae nada la transformación del juego en un show de lámparas de colores, donde lo importa menos el movimiento del balón que la sensación de estar en un espectáculo de masas, transformado en un evento de moda y para lucimiento del aficionado en sus redes sociales.