El equipo fue fundado en 1960 con el auspicio de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y desde entonces ha encantado a generaciones de fans. La mayoría son regiomontanos, pero fuera de la ciudad miles ya se han permeado con la fiebre felina de los galácticos norteños.
Son ya más de seis décadas del club universitario en la liga mexicana de futbol, aunque su historia apenas comienza. Empleó décadas de esfuerzos y repetidos fracasos para consolidarse, hasta ahora, como uno de los equipos grandes del futbol mexicano, con éxitos y actuaciones memorables.
La versión que encanta a la fanaticada del nuevo milenio es bastante reciente. Y en el centro de la reinvención de Tigres está quien fuera su presidente más exitoso, Alejandro Rodríguez Miechielsen, El Inge, a quien se le debe la arquitectura del equipo en la década dorada llega de glorias.
El trayecto ha sido lento y lleno de frustraciones, como un larguísimo ensayo para moldear un producto madurado en la actualidad.
El equipo ascendió a Primera División en 1974 y para el año siguiente obtuvo el campeonato de Copa, cuando este premio tenía un verdadero significado, a diferencia de la actualidad, que se ve al trofeo como parte de una competencia mercantilista.
Luego hubo dos bravos campeonatos de liga en 1978 y 1982, cuando los torneos eran largos de todo un año completo.
Después hubo un largo silencio con rabietas sucesivas de los seguidores fastidiados de la mediocridad. Tigres entró en una cápsula del tiempo, congelando su historia durante 29 años, hasta obtener, de nuevo el campeonato en el 2011, después de medio siglo.
A partir de ahí comienza el renacimiento del equipo, que antes se refocilaba en sus fracasos, los subcampeonatos, la larga cauda de actuaciones brillantes que, no obstante, terminaban con las manos vacías, un boleto a casa y el recuerdo de un desempeño memorable. Los seguidores profesaban un afecto amargo al conjunto de la U muy maltratado por directivos encargados de llenar el Estadio de la UANL, parchando alineaciones con contrataciones improvisadas y sin una planeación.
Hubo mucha desdicha en la mayor parte de la década de los 80. Luego del campeonato ante Atlante el proyecto no se mantuvo. La organización se desinfló y el conjunto naufragó con resultados propios de un equipo maleta. Los 90 fueron la época peor, con un descenso incluido. Pero en el nuevo milenio se dieron los primeros esbozos de recuperación con dos subcampeonatos. Pero no era suficiente. Los fans llamados Incomparables exigían un campeonato de liga.
En el 2010 llegó Rodríguez Michielsen a darle un nuevo rostro a Tigres. No lo rearmó. Lo construyó completo, de nuevo, desde la cimentación. Consiguió los refuerzos necesarios para acompañar a Lucas Lobos, el gran mariscal de campo, heredero de las glorias de Tomás Boy, para darle el título al equipo al año siguiente su llegada.
Luego vinieron otros sonados campeonatos en cascada que ahora han proporcionado identidad, orgullo y destino a quienes sucedieron al Inge en el puesto gerencial de mayor relevancia en el club.
Por ahora Tigres marcha bien. No se ve la solidez institucional impuesta por Rodríguez, pero los resultados respaldan al actual presidente, Mauricio Culebro, que ya levantó una copa de Liga en el 2023. Se percibe una buena hechura del plantel, pero necesitado de consolidación, ante una tribuna impaciente.
Afortunadamente, Tigres ya demostró una sólida infraestructura administrativa y una recia planeación desde las pretemporadas. Los cambios de presidente suelen ser drásticos y hasta dramáticos en un futbol como el mexicano, tan inestable como la arena movediza. Acá Culebro, por lo visto, va en el camino recto hacia la reedición de sus vibrantes capítulos de grandeza.
Son estos los últimos ecos de las grandes figuras como André Pierre Gignac, Guido Pizarro, Javier Aquino, Nahuel Guzmán y Rafael Carioca, protagonistas indiscutibles de la nueva etapa de gloria. Guido Pizarro pasó de compañero a profesor y ahora desde el banquillo debe jugar al ajedrez cada semana.
La posta generacional ya fue pasada a las siguientes figuras: Diego Laynez, Sebastián Córdova, Fernando Gorriarán, Uriel Antuna, Joaquim Pereira. Nico Sánchez, Oziel Herrera. Ni uno solo de ellos se ve con la talla de liderazgo de los antecesores. Tal vez necesiten tiempo para embarnecer hacia una posición de jugadores alfas y guías en esta nueva etapa.
Felicidades, Tigres, por el aniversario. Que la grandeza continúe.