Este domingo se me pasaron de mediodía, de tarde y de noche los juegos de la NFL rumbo al Super Bowl, y que tuvieron pegados al televisor a varios amigos y columnistas de Hora Cero Deportes.
No recuerdo a partir de qué año no sigo las temporadas del futbol americano de Estados Unidos y, si acaso, veo el partido final por toda la expectativa previa del show de medio tiempo.
Pero si hay un dato que pudiera justificar mi desinterés por el Super Tazón seguramente tiene que ver con Tom Brady, el mariscal de campo en su paso por los Patriotas de Nueva Inglaterra, no porque se le descubrió haciendo trampa desinflando balones, sino por la hegemonía de su equipo en la NFL.
Los de Nueva Inglaterra empezaron a caerme gordos cuando no se hablaba más que de Patriotas y Brady, la mancuerna que opacó al resto de los equipos, entre ellos los Acereros, Empacadores, Gigantes, Bucaneros y demás que fueron campeones. Como el América en el futbol mexicano.
De los Vaqueros de Dallas, mi equipo favorito cuando era adolescente y cuyas porristas me despertaron el gusto por el juego de los touchdowns, siento que sus seguidores en México sufren de masoquismo desde hace 26 años cuando se coronaron por última vez.
Recuerdo que fue en los años 80 cuando me llegó a interesar la NFL por dos razones: porque era responsable de secciones deportivas de dos periódicos de Monterrey, y porque en los 49s de San Francisco jugaba un super estrella: el mariscal de campo Joe Montana que ganó cuatro anillos.
Pero el show no estaba completamente garantizado sin Jerry Rice, el receptor favorito de Montana en los 49s, que hasta la última jugada del partido me tenía sin uñas y al filo del sillón.
¿Qué me he perdido en la NFL en tantos años de desinterés? ¿Que Brady superó a Montana en espectacularidad al lanzar el ovoide?, me pregunto.
Por Mauricio Belloc, Alberto Hernández y Javier Silva Herebia, antes y ahora, me entero de los corajes que hacen por los maletas Vaqueros de Dallas, o por tanta gloria acumulada por los Patriotas con Brady.
Al escribir estas líneas me llegan pubertos recuerdos a mi mente y me pregunto: ¿qué hizo mi mamá con las revistas de Playboy -que escondía abajo del colchón de mi cama-, donde salían las vaqueritas con poca ropa?