Creo que las grandes hazañas deportivas se logran cuando se juntan la capacidad, la mentalidad y la oportunidad. De poco sirve si teniendo dos te falta una, particularmente la última. Igualmente lamentable es cuando teniendo la oportunidad, esta no se aprovecha a pesar de que la capacidad y la mentalidad se alinean para la gloria.
La dramática eliminación del equipo varonil de Tigres de la UANL este fin se semana en León es, en mi opinión, la tercera gran oportunidad desaprovechada en la historia reciente del club para lograr la excelencia, o el escalón superior al éxito, ese que la institución si alcanzó en la última década. Sin ceguera enfermiza hay que reconocer que lo ocurrido en la capital guanajuatense fue un desperdicio de capacidad y mentalidad que se suma a dos momentos igualmente desaprovechados por los universitarios: ser bicampeones contra chivas y ganar la copa Libertadores ante River Plate.
La capacidad y mentalidad de tigres en esta liguilla quedó más que demostrada después de los partidos contra Santos y el de ida contra León en el volcán. La oportunidad de acceder a la final estaba allí, lista para aprovecharse, y no solo porque se llegó ganando y jugando mejor. Con respeto para Pumas y Atlas, el que hubiera llegado a la final contra tigres tenía reducidas esperanzas porque si bien es cierto los dos semifinalistas llegaron con oportunidad y mentalidad, la capacidad al enfrentarse a los universitarios es significativamente menor, incluso a pesar de los imponderables que se atraviesan en el camino. Esta eliminación de tigres no es cosa menor en su historia porque en la transición generacional que ya debe iniciar en el club, usar la octava copa como estafeta de oro para pasar el relevo interno era vital para fortalecer mentalidad, confirmar capacidad y potenciar oportunidad.
El bicampeonato que se perdió con chivas fue similar. Se llegó con todo para lograr la hazaña: la capacidad del equipo se hiló con la mentalidad heroica en el juego de ida que coronó Gignac con ese golazo al final del partido, pero la oportunidad se perdió con los errores de Nahuel en el juego de vuelta. Si, hubo un penal que no se marcó, pero de haber mantenido mente, cuerpo y momento en sincronía, el error del árbitro hubiera sido irrelevante, tanto como debieron de haber sido las marrullerías de River Plate y la Conmebol en la final de la Libertadores en el estadio Monumental. Esa derrota fue la primera gran tristeza tigre.
De nuevo, la oportunidad falló y doble. Involuntariamente, los universitarios dejaron vivir a los argentinos en el 2015 cuando en el cierre de la fase de grupos venció en Ecuador al Juan Aurich, dándole así la oportunidad a River de clasificar en segundo, cuando un empate, incluso una derrota felina no alteraba su clasificación y dejaba fuera a los “millonarios”. De allí, la mentalidad, capacidad y oportunidad del equipo argentino se conjugaron para llegar a la gran final. Tigres alcanzó la serie de campeonato incluso en superioridad de circunstancias. La mentalidad a tope al calificar primero de grupo, con Gignac desempacado de Francia y con sobrada capacidad para el viciado ambiente de Libertadores con Nahuel, Juninho, Cacha Arévalo, Damián Álvarez, Rafael Sobis y Guido Pizarro.
Entonces, llegó el juego en el volcán, y la oportunidad se desaprovechó. Se viajó al monumental y una cosa llevó a la otra, para regresar con el amargo sabor de saber que se tuvo, era suya y la dejaron ir.
Tres oportunidades que acabaron en tres tristes momentos tigres, y con la certificación de excelencia aún pendiente. Ahora, sin acceso ni a Libertadores ni a Sudamericana, y con el mundial de clubes agotado, solo queda ganar al menos un bicampeonato; nada imposible considerando la capacidad del equipo, la mentalidad regia, y la oportunidad que la bizarra liga mexicana ofrece cada seis meses.
Horacio Nájera es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UANL y cuenta con maestrías en las Universidades de Toronto y York. 30 años de experiencia en periodismo, premiado en Estados Unidos y Canadá, y coautor de dos libros.
@Najera13