En un juego ordinario de la Liga MX Femenil, los despejes de puerta difícilmente cruzan la media cancha. En cambio, en los encuentros del torneo varonil, con esa misma acción, cualquier arquero mete, fácilmente, un ollazo en el área contraria. Al seguir los partidos de chicas se observa cómo batallan para hacer pases largos. Abundan los pelotazos, porque es necesario aprovechar el balón que viene botando para echarlo lejos, y aproximarlo a la meta de las rivales.
Uno de los grandes obstáculos que enfrenta el futbol femenil en la actualidad, y que frena su ascenso para convertirlo en un juego pleno y espectacular, es el peso del balón.
La FIFA establece que la esférica debe pesar entre 410 y 450 gramos, algo así como medio kilo. Su circunferencia debe ser entre los 68 y los 70 centímetros, con una presión del rango de 600 y 1.100 g/cm2, al nivel del mar. Esto es por igual, para hombres y para mujeres.
Sin embargo, es necesario recordar una obviedad: ellos por fisionomía son más fuertes, con una masa muscular mayor y huesos más compactos y duros. Esa es la razón por la que no puede haber partidos mixtos. Un defensa central fácilmente le rompería la tibia a una chica, en un taponazo.
Ya veo la carga desigual, hombro con hombro, en plena carrera, o cómo sería para una mujer de 60 kilos disputar en el aire un balón dividido, con un jugador de 1.90 de estatura.
Y en esta reflexión no tienen nada que ver el tema de la igualdad de género. Nadie puede sentirse discriminado o menospreciado, al pedir mejoras. Es una cuestión de funcionalidad. Por su mayor fuerza los hombres pueden manejar con facilidad y ligereza la pelota reglamentaria, que es del número 5. En cambio, cualquiera puede apreciar cómo las muchachas, en sus partidos, tienen qué hacer esfuerzos grandes por levantar un despeje, con empuje suficiente para alejar la esférica de su propia puerta, o como tienen que hacer los cambios de juego de una banda a otra, frecuentemente con relevos, arrastrando la pelota entre compañeras.
Afortunadamente, el futbol femenil va ganando en atención. La Liga mexicana profesional capta más adeptos. Aunque aún faltan numerosos detalles por mejorar, ya hay un circuito bien organizado que permite partidos que resultan vistosos y que invitan a las niñas a interesarse más en una actividad que, hasta hace algunos años, era territorio de varones.
El ex estrella del New Castel inglés, Joey Barton, ahora entrenador, puso el tema en el tapete, aunque no obtuvo mayor atención. Señalaba que, como está diseñado en la actualidad, el futbol femenil es inferior en espectacularidad al de los hombres, pues ellos son más grandes fuertes y rápidos. Por eso pide que reduzcan el tamaño de la pelota. Y va más allá, al proponer que también cambien las medidas de la cancha y de las porterías, para hacer que el juego sea más proporcionado a la capacidad de las mujeres y, por consecuencia, más dinámico.
No creo necesario cambiar el número de jugadoras, o los lapsos de los tiempos, o dimensiones del terreno o las metas. Sin embargo, sería muy bueno que, por lo menos, el balón se aligerara. Tal vez funcionaría un número 4, de menor tamaño y peso, o con la misma circunferencia, pero hecho de un material más ligero, para que el empeine de las damas pueda encajarse mejor y proyectarse con mayores newtons de fuerza.
Ayudaría a la salud del deporte que comenzara a discutirse el tema.
Seguramente, con una pelota más liviana y veloz, el balompié femenil ganará en brillo y atractivo.
El autor es el corresponsal de la Revista Proceso de Nuevo León y escritor de novelas, cuentos y guiones cinematográficos premiados. También escribe una columna de crítica de cine.