Lorenzo acaba de ser campeón goleador con su equipo, una franquicia de mediana popularidad y prestigio en la Primera División del futbol mexicano.
Pronto su deslumbrante actuación empieza a llamar la atención de distintos equipos de la Liga, incluso del extranjero.
Pero en el firmamento aparecen las ofertas de los dos equipos poderosos económicamente del norte del País, dispuestos a contratarlo a toda costa.
Lorenzo, de 20 años de edad, ha llegado hasta ahí, en base a disciplina, a exigencia, pero, sobre todo, moldeándose a fuego lento bajo de la adversidad.
Duda en dejar el equipo donde creció, pero la oferta de uno de los equipos norteños es irresistible por lo que su equipo accede a transferir sus derechos, una cantidad de dinero que aliviara mucho la economía de la institución.
A Lorenzo la oportunidad le abre las puertas a un mundo nuevo, su sueldo aumenta hasta cuatro veces, pues el equipo norteño abre la chequera sin reservas con tal de ganar la batalla por sus servicios a los otros equipos interesados, incluso del extranjero.
Cuando el equipo anuncia la contratación, los medios y afición de la Sultana explotan de optimismo y empieza a hacerse un castillo sobre lo que el crack aportará al equipo.
A su llegada a la Ciudad, decenas de aficionados acuden a recibirlo al aeropuerto y Lorenzo se da cuenta de que los programas de radio gastan horas y horas haciendo conjeturas sobre la cantidad de goles que hará con su nuevo equipo.
A diferencia de lo que vivía en su ciudad de origen, en la Sultana no puede dar un paso en la calle sin que la gente lo reconozca, le pida un autógrafo o una selfie. Va a los restaurantes y le impiden que pague, lo mismo que otros comercios.
Lo que percibe es que la gente, el equipo, la prensa y el entorno en general están agradecidos porque haya aceptado enrolarse con el equipo.
En su inconsciente se va alojando la idea de que prácticamente hizo el favor de venir, por lo que sin darse cuenta se va relajando, empieza a entrar y a jugar sin la intensidad de antes.
Esa relajación se va notando en su rendimiento en la cancha donde los goles no llegan…lo que empieza a decepcionar a todo el entorno.
Pronto aquella esperanza y admiración se torna en críticas de afición y prensa. Y la relajación se transforma en una presión a la que no está acostumbrado.
Lo que era un sueño es para Lorenzo ahora una pesadilla.
Su aventura por el equipo norteño termina y es vendido a un equipo la parte baja de la tabla.
Con el tiempo, y ya en el retiro, se dará cuenta que a sus 20 años no le faltó futbol, pero sí experiencia y fuerza mental para saber manejar primero los halagos exagerados y después de las críticas despiadadas.