Monterrey, N.L.-
Platicar durante una hora con Jerónimo Barbadillo da oportunidad de tratar diversos tópicos sobre el homenaje a su casi hermano Tomás Boy Espinosa este martes, así como de la historia que vivió con él en una etapa hermosa de Tigres desde 1975 y del análisis puntual que hace, con conocimiento de causa, del pasado Clásico “en el que durante el primer tiempo le faltó más definición en el campo de juego al equipo universitario”, afirma de entrada en la charla futbolera, “porque fueron los cambios los que le funcionaron muy bien al entrenador y por eso ganó”.
Además, considerando el grave problema de la violencia en los estadios, como el de Querétaro, y del conato de bronca entre Atlas y Guadalajara, se explaya en la necesidad de que este deporte no pierda jamás el espíritu del juego limpio “ya que es una forma de educar a las nuevas generaciones y de favorecer la diversión y el sano entretenimiento de la gente en las gradas, y cada partita (dice en italiano) se debe jugar con intensidad pero sin mala intención”.
“Nosotros poníamos todo lo necesario para ganarle al rival en Monterrey, pero al final convivíamos en familia, mezclándonos Rubén Romeo Corbo, Francisco Bertochi y Albino Freire o Boy, porque al final sabemos que somos parte de una misma profesión.
Sin embargo, Barbadillo de pronto da un giro a algo familiar que lo llena de satisfacción: su esposa, sus hijos y sus nietos, pues el año próximo cumplirá 50 años de casado con Bertha Nakandakare, lo cual le hace valorar todo el apoyo que ha recibido de ella y no deja de tomar en cuenta su impulso a lo largo de su carrera futbolística y ahora como empresario en Udine, Italia.
“Nos casamos en 1973 y en marzo de 1975 y, recomendado por mi paisano Claudio Lostanau, llegamos a Monterrey con nuestra hija Ingrid Antuanet, quien hoy es madre de Alessandra, Lucrezia y Ginevra”, subraya el ex número 7 de Tigres con una enorme satisfacción, igual que la que retrata en su rostro al presentar durante la charla a su hijo Jeronimo Yussepi, quien lo acompañó en esta visita a la Universidad Autónoma de Nuevo León y a él le confía muchos de los secretos de su negocio.
“Él nos ha dado cinco nietos”, puntualiza nuestro entrevistado, sin equivocarse en los nombres de todos. “Jeronimo Angelo, Nicole, Sophie, Asia Jolie y Sean”.
Por su parte el joven dice sentirse muy feliz de regresar a la tierra donde fue registrado como mexicano, casi inmediatamente después de nacer en Lima, Perú, en 1977, pues su madre quiso dar a luz por segunda ocasión al amparo de su familia mientras su padre se quedó aquí por razones de trabajo.
Por último, Jerónimo refrenda su orgullo de padre al mencionar a su hija Sechuko Mayela nacida en 1985, cuando ya había partido a enfundarse en el uniforme del Avelino y del Udinese en 1982 tras el Mundial de España y el segundo campeonato de liga de los Tigres.
“Ella nos ha hecho abuelos de Jeremy, Ylary y Sebastian, que, como los demás, son un encanto puesto que nos llenan de su alegría y entusiasmo”, reafirma Barbadillo, envuelto en la felicidad de ver en sana armonía a su familia.
“Es lo mejor de todo en la vida, y por eso nos sentimos contentos mi esposa y yo de lo que hemos logrado en estos años”, reitera con una sonrisa y la confianza de celebrar sus bodas de oro por lo que significa para toda pareja, aunque no da detalles de cómo podría ser el festejo en el 2023.
El momento emotivo de la conversación retomó su curso para poner el acento final en el recuerdo imborrable de Tomás Boy Espinosa, a quien siempre le agradeció que lo haya mencionado sin inhibiciones como uno de sus tres grandes amigos, junto con Claudio Lostanau y José de Jesús Aceves.
“Nunca dejaré de reconocer la calidad de futbolista y de persona de mi casi hermano, ni se me borrará lo que fuimos en el tiempo que nos tocó jugar en Tigres y después comunicándonos frecuentemente por teléfono. Por eso en el homenaje que le harán no podía dejar de aceptar la invitación y estoy seguro que valdrá la pena hablar de todo lo que él hizo dentro y fuera de la cancha porque es un legado para todo México”.
Las palabras se desgranaron en torno al “Jefe”. Es un tributo postmortem a su memoria. Son palabras que salieron del corazón como el poema hecho canción de Alberto Cortés “Cuando un amigo se va”. Fueron tantas en boca de Jerónimo Barbadillo que bien podría ser el capítulo de un libro que algún día será un valioso documento en torno al camino andando de quien dejó su huella como uno de los mejores protagonistas de los Tigres y capitán de la Selección Nacional en el Mundial del 86, además de su paso por varios clubes como enérgico entrenador. Como la historia de amor de su esposa, la de Tomás Boy es, igualmente, una significativa historia de amor de quien lo acompañó íntimamente desde que se conocieron en 1975.