Es conocido, a nivel mundial, el capítulo de futbol en el que el defensa mexicano Miguel Herrera tomó una decisión que le arruinó la carrera. Fue un segundo de enfado que El Piojo aún lamenta.
Ocurrió en un juego eliminatorio de la Selección Mexicana contra la de Honduras en 1993, rumbo al mundial que sería celebrado el siguiente año en Estados Unidos. A lo largo de ese proceso, Herrera había sido titularísimo en la lateral, pero esa tarde de domingo en el Estadio Azteca, perdió el juicio.
Luego de intercambiar empujones y marrullerías, como provocaciones mutuas, levantó de un tremendo patadón al catracho Dolmo Flores. Al final México ganó 3-0.
Fue tan artera la agresión, que el entonces técnico tricolor, Miguel Mejía Barón no volvió a convocarlo. Y el zaguero se perdió la Copa del Mundo. Ya veo a Herrera, de vez en cuando, al irse a dormir, clavando la mirada en el techo, pensando en lo que pudo ser de su vida sin ese equívoco costosísimo.
Tres décadas después, Germán Berterame está lamentándose, por un incidente similar, tras un segundo de fiebre cerebral. El delantero de Rayados se hizo expulsar en el pasado juego del sábado, el Clásico 140, que su equipo dominaba diametralmente y con un hombre más que Tigres. ¿Qué lo llevó a injuriar al árbitro por una falta que ni siquiera le habían marcado a él? Nadie lo sabe y él no lo ha explicado.
Lo aclarado es que la roja allanó el camino a los felinos para el empate y, a la postre, el triunfo en un partido de enorme trascendencia local. En Monterrey el Clásico del Norte es un duelo de honor.
Más grave aún es el contexto de la expulsión. El entrenador de Rayados, Martín Demichelis, camina sobre la plancha por carencia de buenos resultados, todos lo saben. El puesto en el banquillo del técnico es una silla de electrocución y se sube el switch de manera inesperada. El adiestrador venía de una eliminación de la Concachampions, y los aficionados pedían su cabeza, pero la directiva lo mantuvo en el puesto. Esta derrota del sábado es otro empujón acercándolo el vacío.
Berterame ahora, según se ha dicho, está despedazado. Se dice adolorido, por el exabrupto. Pero, vamos, es un profesional, se supone que debería estar preparado para soportar la presión. Para eso le pagan millones de dólares.
Es difícil entender cómo un profesional, preparado para enfrentar un reto en la primera división, puede comportarse como un amateur. Porque lo que hizo fue una actitud que se ve en el llano. Rayarle la madre al árbitro es una cuestión bastante común en instancias de aficionados, donde se permiten desfiguros. Pero no en un jugador de experiencia, que ya ha pasado por centenares de partidos en las grandes ligas y experimentado mil veces incomodidad e irritación en un partido.
Ojalá entienda Germán, permanentemente, y no sólo después de la pifia, que su trabajo es un surtidor de millones de dólares, que es un negociazo del que se ha beneficiado, y afectarlo, por decisiones irreflexivas, provoca entre sus patrones decepción, molestia y, lo principal, pérdidas pecuniarias.
Demichelis depende de victorias y Berte lo alejó de esta. Además, claro está, que se afecta a su propia estabilidad laboral. Tal vez, el mismo Berterame, por estos días ha de estar viendo el techo, antes de dormir, preguntándose por qué lo hizo.
Reconocer la culpa es asumir el costo menor.