Durante el receso decembrino no me han inquietado tantos lo nombres que pueden llegar o irse de los Rayados, como una pregunta que me hago desde hace tiempo:
¿Este equipo ya encontró el alma?
En su libro los 11 Caminos al Gol, Marcelo Bielsa sugiere a los directivos y directores técnicos sondear algunos aspectos emocionales y psicológicos al momento de contratar jugadores:
¿Cuál es su tolerancia a los fallos adversos?
¿A los errores arbitrales?
¿A las provocaciones raciales y de otra índole?
¿Ante el hecho de que su equipo no haga goles o comience perdiendo?
Le agregaría:
¿Cuál su reacción cuando hay que ejecutar el penal decisivo en una Final?
¿Cuál es su reacción en partido donde el equipo se juega la vida?
¿Mantiene la concentración y el esfuerzo los 90 minutos del partido?
¿Cuánta hambre guarda en su equipaje?
Los altos mandos y directivos del Monterrey han cumplido hasta donde han podido, incluso hasta los directores técnicos en cierta medida, pero han sido algunos pequeños grandes detalles los que han alejado al equipo de una nueva época dorada.
Veamos:
Un penal fallado en la Final del Clausura 2016 ante Pachuca, y un fallo en la marca, en casi la última jugada del partido…
También el penal errado en la Final de Tigres, en el Apertura 2017, y los balones soltados por el portero en una Liguilla ante Cruz Azul, o aquel error de marcación ante el Santos, por citar apenas algunos casos.
En cambio, cuando el equipo adquirió esa personalidad que suelen poseer los clubes grandes, ya sabemos lo que ocurrió: partidazo ante el Liverpool y tercer lugar en el Mundial de Clubes 2019, y días después título de Liga en el Apertura 2019, donde vencieron en penales al América.
No ha sido dinero ni nombres los que han separado a los Rayados de ser el equipo dominante en la Liga MX, sino una pizca de alma, de corazón, en esos momentos determinantes en los que se elige entre la gloria o el fracaso.