Como aficionado, la derrota de tu equipo siempre duele, especialmente cuando lo que se juega es una final de campeonato.
Como amante del deporte hay historias que, por más dolorosas que sean al quedarte en el lado de los perdedores, tienes que aplaudir. La Serie Mundial que recién terminó es una de esas historias llenas de magia, drama y poder ante las que no hay más que admirar y celebrar.
Como fan de los Yankees, me quedó un sabor amargo a ver como los bombarderos del Bronx fueron ineficientes, con todo y que llegaban con la mejor marca en la Liga Americana y con un Aaron Judge con 58 cuadrangulares y 144 carreras producidas en temporada regular.
En el papel, era el enfrentamiento soñado en la Serie Mundial: “el Juez” contra el mejor ladrón, el gigante japonés Shohei Ohtani y sus 59 bases robadas y 54 homeruns en el 2024.
El peso de la historia acompañaba a los neoyorkinos, 27 veces campeones del cásico de otoño. Esta vez no fue suficiente, quizá porque desde el Olimpo beisbolero, el recién llegado Fernando Valenzuela miró hacia abajo y fortaleció con truenos los brazos de los peloteros angelinos, quienes desde el montículo, en el diamante y en la caja de bateo estuvieron simplemente intratables.
Es verdad, las defensas te ganan campeonatos. También es verdad que la mejor defensa es el ataque, y los regresos que tuvieron los Dodgers en esta serie fueron legendarios. Igualmente, cierto es que el no defender te quita campeonatos. Yankees no defendió su ventaja al dejar a 18 hombres en base, y cometieron tres errores groseros en un juego de eliminación; así ni como ayudarlos, dicen por allí.
Como aficionado a los mulos de Manhattan esta serie me deja un trago amargo. Como aficionado al beisbol me quedé con ganas de más; como muchos quizá, me hubiera encantado un séptimo juego entre los dos mejores equipos de la liga, con el mejor jugador de la temporada, el mejor cañonero de la campaña y la emoción tan especial del drama extendido. Pero como el beisbol no cumple antojos, ni endereza jorobados, ha caído el out 27 y no queda más que quitarse la cachucha y saludar a los nuevos y muy merecidos campeones.
*Columna dedicada a mis peloteros favoritos: Horacio, mi padre y Eliseo, mi suegro (qepd), y a mi mentor en la crónica beisbolera, José Isabel “Chabelo” Jiménez (qepd).