Empecé a escribir esta columna cuando Argentina y Colombia jugaban la final de la Copa América.
El resultado no me interesaba, porque lo que pasó en las puertas del estadio Hard Rock antes de comenzar el partido, ya había echado a perder un torneo que de por sí, ya venía torcido.
En esta incomprensible habilidad que tenemos los latinoamericanos para pensar que es más fácil pedir perdón que pedir permiso, miles de colombianos y argentinos (que igualmente pudieron haber sido mexicanos y brasileños) reventaron las puertas del estadio, se brincaron las bardas y rompieron los ductos del aire acondicionado para meterse sin pagar.
Las redes sociales se inundaron con videos caóticos con personas y hasta un perro en drama absoluto.
Las imágenes se hicieron virales mostrando sofocados, en llanto y gritando por auxilio ante unos oficiales de policía y seguridad privada completamente rebasados por la ola humana que terminó por reventar los endebles controles de acceso.
Que la Conmebol sea la organizadora de un torneo que fue cuestionado en público por los directores técnicos de Uruguay y Canadá no es novedad.
En 2018, la violencia entre los aficionados de River Plate y Boca Juniors obligó a que la final de la Copa Libertadores de América se jugara en el Santiago Bernabeu de España.
Fuera del campo, directivos sudamericanos fueron parte en el 2016 del escándalo judicial de sobornos que salpicó a la Concacaf, que no canta mal las rancheras en eso de la deshonestidad.
El paquete que se le viene a los cuerpos de seguridad en los Estados Unidos con el Mundial de Clubes y el Mundial del 2026 no es menor.
La violencia en los estadios ya existe en los deportes profesionales estadounidenses, pero no a los niveles del futbol, y menos a los niveles de un torneo de la Conmebol.
Sin duda que la semifinal de Uruguay vs Colombia y el “portazo” en la final los están alertando para mejorar los operativos en los torneos por venir. La corrección de plana fue inmediata.
Cuando ya había iniciado el partido, decenas de policías recorrieron el estadio verificando los boletos. El que no tenía, para afuera de inmediato, algo que jamás se ha visto es un estadio de Latinoamérica.
Vaya, si la muerte de un hombre en el estacionamiento del estadio Caliente de Tijuana después del Xolos-Chivas pasó casi desapercibida, pues que se puede esperar de la liga, las ciudades y los equipos en México.
Ahora que ya ganaron esa lucha sutil en contra de los magnates árabes por adueñarse del futbol mundial, los grandes corporativos estadounidenses tienen aprender pronto de la mal llamada “picardía” latinoamericana por burlar la ley con una sonrisa en los labios.
Acabo de escribir, y me entero que ganó Argentina en tiempo extra. El sueño de los patrocinadores y la Conmebol de ver bicampeón a Argentina y así exprimirle las últimas gotas de gloria a Lionel Messi se cumplió, con todo y “portazo”.