Sabia virtud de conocer el tiempo
A tiempo amar y desatarse a tiempo
Como dice el refrán dar tiempo al tiempo
Que de amor y dolor se acaba el tiempo… Algo así dice ese soneto famoso de Renato Leduc, que hiciera aún más famoso con música de bolero Marco Antonio Muñiz. Estaba yo pensando en el irremediable transcurso de eso que llamamos tiempo, mientras preparaba los amuletos que presentaré en una Exposición Colectiva que organiza Mary Carmen Aguirre para el Festival Internacional Tamaulipas, tentativamente en el Centro de Negocios. Y pensaba en el tiempo porque raudo y veloz me había llegado el domingo sin poder cumplir con mi cita semanal en La Criba.
Una de las cosas maravillosas del tiempo es que en realidad no existe, sin embargo, es la convención más genial que se le ha ocurrido al hombre en su afán de comprender y tratar de dominar la naturaleza. Se ha preguntado usted como una cosa tan valiosa como el tiempo carece de existencia real y no obstante, norma todas nuestras actividades, y de su correcta administración dependen en mucho el éxito o el fracaso de nuestras acciones.
La eternidad, inconcebible en esencia para la mayoría de los mortales, es una especie de presente perpetuo en el que pasado y futuro confluyen en algo que podemos denominar instante, cuya característica es la simultaneidad relativa de los tres tiempos que conocemos.
Para los budistas sería el Nirvana, una realidad superior a la engañosa realidad material, en la que habita la mente maestra que sin principio ni fin contiene todas las cosas materiales e inmateriales. Entre ellas el Samsara donde nosotros nos desenvolvemos con la única finalidad de salir de él definitivamente para así romper el circulo de la causalidad en el que estamos inmersos.
Para la ciencia está más que claro que el tiempo es relativo y que este se comporta según las condiciones de la materia y la energía, que en esencia son la misma cosa en distinto estado. La informática nos ha enseñado que hay cuando menos dos tiempos uno real y uno virtual y que ambos obedecen a realidades distintas. Hay, lo sabemos, un tiempo psicológico que determina en mucho nuestro estado de ánimo. No es lo mismo el tiempo lentísimo del melancólico, al tiempo vertiginoso del obsesivo compulsivo.
Entonces, si el tiempo no existe, no sucede, es siempre el mismo porqué nos preocupa tanto. La razón es muy sencilla: todas las manifestaciones de la materia son deleznables, es decir, sufren deterioro al transitar por el tiempo. Porque el tiempo no pasa, pero nosotros si pasamos por él.
El tiempo como un elemento de la eternidad pertenece a la inmanencia, nosotros me refiero a todas las formas de vida, somos mortales. Por eso para nosotros es de primera importancia comprender que nos ocurre mientras transcurrimos por esa realidad porque al ser finitos y al estar concientes del deterioro que el transcurso nos provoca, este transcurrir, nos crea angustias, sobresaltos, temores.
Una de las sensaciones más desagradables que experimentamos es la de la perdida de tiempo. Esto desde luego no sucede en la juventud porque percibimos que tenemos todo el tiempo por delante. Sucede en la madurez cuando es el tiempo de ir concretando nuestro proyecto de vida y se vuelve verdaderamente angustiosa en la vejez, sobre todo cuando pensamos que vivimos la vida de una manera equivocada y no según nuestras más auténticas aspiraciones.
Ahí es cuando comprendemos que la única manera que tenemos de no perder el tiempo, es vivir de acuerdo a nuestras aspiraciones y no a lo que se espera de nosotros. La peor perdida de tiempo es cuando dedicamos este preciado transcurso a la infelicidad propia y de las personas más cercanas. ¿Cuantas vidas se desperdician de esa manera?
No comprendemos que el tiempo vale oro, cuando lo dedicamos a sumar bienes materiales, sino cuando nos dedicamos a alcanzar la felicidad. Y vale oro, porque aunque lo comprendamos tarde, con poco que tengamos para dedicarlo a lo que realmente nos satisface, sea el arte, la ciencia, el altruismo o la espiritualidad, éste parece multiplicarse hasta colmarnos de tal manera que no extrañamos el otro, el que dedicamos a las tareas de la sobrevivencia, las adicciones y otras debilidades y al ocio. Porque siendo poco lo hacemos real cuando cumplimos el mejor de los destinos posibles, haber vivido para conocer la paz interior y la felicidad.
Discussion about this post