Hoy voy a echar mano de lo que aprendí en el posgrado de salud mental, porque no quiero que piensen que voy a hablar sin saber lo que aquí voy a decir. De ésto sí sé un poquito….porque lo he vivido y porque lo he estudiado.
Hay días en los cuales nuestro diálogo interno elabora frases tales como: “Yo hasta aquí llegué”, “Ya no puedo más”, “Estoy hasta la madre”, “Me duele todo”, “Que se vaya todo al carajo” “¡Paren el mundo, me quiero bajar!” o peor aun…llegamos a decir: “¡Me quisiera morir!” Y cosas así.
A veces, a partir de tales decretos, tomamos decisiones catastróficas: rompemos con la pareja o nos divorciamos, tronamos con la familia, renunciamos a un empleo, abandonamos una carrera, comemos o bebemos compulsivamente, o nos deshacemos de cosas que en realidad valoramos mucho pero que al momento sentimos que nos asfixian.
Es común que nos digan que tenemos depresión o ansiedad (o ambas), y que, con tal diagnóstico, nos quieran medicar, nos ponen la “camisa de fuerza” química y nos amansan y atarantan a punta de pastillas. Nos han puesto la etiqueta de “enfermos”.
Pero si observamos cómo es la vida actualmente y el enorme esfuerzo, a veces sobrehumano, que debemos hacer solo para salir adelante con el día a día; si nos damos cuenta de eso, podemos concluir que, no necesariamente somos enfermos mentales, sino que estamos extenuados, extremadamente cansados, emocionalmente fatigados.
La fatiga emocional tiene causas muy reconocibles: la sobre carga de estrés, el desequilibrio entre el esfuerzo y la recompensa (el desbalance entre lo que damos y lo que recibimos) el estilo de vida, y ese continuo andar persiguiendo la zanahoria; yendo cuesta arriba todo el tiempo sin llegar a ninguna parte.
Los síntomas son muy reconocibles, se parecen a la depre, pero no es lo mismo.
Vemos por ejemplo: Estado de ánimo decaído, preocupaciones constantes, Irritabilidad, Poca productividad, Impaciencia, Problemas de concentración, búsqueda de aislamiento, Sentimientos de desesperanza, Falta de energía, Baja capacidad de autocontrol.
Antes de “aventar la toalla” y te tires a la perdición, antes de deshacer a la familia, de dejar un buen trabajo o renunciar a una profesión digna, y sobre todo antes de darle fondo a esa botella de tequila y antes de entrarle a los medicamentos ansiolíticos, antidepresivos, anti psicóticos para embrutecernos y dejar de “pensar”, detengámonos un momentito. ¡No estás enfermo! ¡Estas super fatigado! Necesitas hacer una pausa, darte un ‘break’, ‘time-out’.
Entiendo que no todos podemos darnos el lujo de suspender nuestras actividades, pero podemos bajar un poco el ritmo. También podemos modificar la rutina, Analiza los detonantes, Descansa tantito (relájate, cierra los ojos), Medita, Socializa (con personas agradables y tranquilas), si profesas alguna religión, visita un templo, ¡¡¡Deja de lado el maldito celular (la compu y las redes sociales!!! Haz deporte (aunque sea salir a caminar un rato con tu perrito (te lo agradecerá) y…Cuida tu alimentación (come con moderación) hidrátate bien (¡Con agua! o limonada).
Come nueces, arándanos, chocolate oscuro, plátanos, naranjas, manzanas, avena integral, miel de abeja, aceite de oliva, aguacate, yogurt, espinacas, semillas de calabaza, de chía, ajonjolí, té verde, …Son medicina para el alma.
Antes de que se te ocurra ir a brincar del Atirantado o hacer alguna otra burrada como echar todo por la borda y luego te arrepientas, te pido que te des un mes (solo 30 días) haciendo pequeños cambios positivos, desintoxicándote física y mentalmente.
Acuéstate temprano aunque no te duermas de inmediato, -ya te dormirás- solo descansa o reza, o medita, o respira conscientemente, levántate temprano, canta en la regadera (pero no las de José Alfredo eso de que “La vida no vale nada” esas canciones de despecho y desesperanza no….La vida vale mucho). Escucha música clásica, Mozart hace un efecto milagroso y también Vivaldi (“Las Cuatro Estaciones”, especialmente.)
Si te das este “regalito” de 30 días cuidándote, queriéndote, nutriéndote, durmiendo bien, acallando tu mente…al cabo de ese tiempo, verás la vida muy diferente y te sentirás mucho mejor…habrás descansado mentalmente. Y como si fuera poco, te vas a poner más bonito(a). Va a mejorar tu piel, tu pelo, las uñas, tu figura, tu estado de ánimo, tu carácter y temperamento y sobre todo, tu autoestima.
OJO: Y, si después de esos 30 días de desintoxicación física y emocional, te das cuenta de que en aras de salvaguardar tu salud emocional, sigue siendo necesario romper con algunos vínculos ya sean de pareja, familiares, sociales o laborales; hazlo, pero sin autodestruirte. Hazlo con serenidad, ecuanimidad y templanza, no impulsivamente. Hazlo por tu bien y no para acabar de hundirte. “Es más feliz un mendigo sano que un rey enfermo.”
No estás enfermo(a).. Por ahora, lo más probable es que estés cansado(a). ¡Sé tu propio salvavidas!
*”Cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, con el objetivo general de concienciar sobre los problemas relacionados con la salud mental y movilizar esfuerzos para ayudar a mejorarla”.