Me encanta leer biografías, una de las primeras fue la de Madonna. Ese libro me mostró que se podían lograr los sueños sin tener que ser una súper modelo, ya que cuando la leí era apenas una adolescente con muchas ilusiones. Siempre inquieta, como hasta hoy, con muchos proyectos; vi la belleza como un medio que no me era necesario ya que me sabía lista e inteligente, más no bonita. Fue entonces en la secundaria, cuando probé por el camino de la astucia y uno de ellos fue leer, escribir un diario para practicar la escritura, participar en asambleas como maestra de ceremonias, hacer coreografías de baile y tomar talleres de teatro, óleo, danza folclórica, oratoria, escultura, etc.
A los 13 años pintaba óleo y también era colaboradora de un canal de televisión local, de la ciudad donde estudiaba.
Muchas mujeres que trabajaban ahí tenían muy buen aspecto, se vestían bien y eran diestras en sus labores. Yo usaba la misma ropa o iba en uniforme de la secundaria, porque en ese tiempo mi familia no contaba con el presupuesto para otra cosa, pero me las ingeniaba para continuar sin sentirme mal por esa condición.
Terminé la preparatoria y entré a la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Ahí vi que habría más posibilidades de crecer. Entonces decidí dejar un año la escuela y juntar dinero para ayudarme económicamente. Tenía en mente tres cosas: cambiar la laptop Toshiba que me dio mi abuelita por una más actual, un negocio y ponerme implante de senos.
La gente a mi alrededor no creía que yo tuviera tanta obsesión por ese cambio en mi persona ya que para ese entonces los genes habían hecho lo suyo, ya me parecía más a mi mamá, que era muy bonita, delgada y con curvas; pero yo quería más, yo quería todo y como siempre decidida, fui por ello.
Junté dinero y antes de invertirlo en un quirófano, le hice un préstamo a mi entonces novio, quien me firmó un pagaré para utilizarlo en su negocio de serigrafía, que claro que me liquidó en el tiempo acordado, porque es un hombre de palabra. Después él fue el único que me acompañó a la operación, porque mi mamá no creía que lo necesitara y tampoco quería que lo hiciera, pero no la escuché y a escondidas me implanté prótesis de senos y unos días después me descubrió sentada en la mesa mientras comíamos diciendo: mis hijas no tienen los pechos así.
Pasaron los años mientras aprovechaba mi imagen para seguir pagando la universidad. Trabajaba todo el día, todos los días que se me requiriesen en eventos ya sea de edecán, de modelo de comerciales, de pasarela. Eran días de mucho ajetreo, que hasta tenía que faltar a a la facultad entre semana, también laborar sábados y domingos.
Después llegaron otros desafíos y me parecía que las prótesis me estorbaban en el aspecto que la gente pensaba que eso era lo que yo vendía, pero no fue más que un fin para un medio y al tomar apenas mi primer trabajo profesional, las cubrí y pocas veces utilicé escote, para ser tomada en serio; además que dejé de lado el trabajo de imagen de marcas, para meterme de lleno a la carrera que estudié.
Claro que me sirvieron para darme publicidad, como las “fotos del chocolate”, que fue una sesión para mí book de trabajo de imagen, que al estar en mi red social, se hicieron conocidas entre los colegas de los medios de comunicación. Eso sucedió mientras yo aprendía tablas de reportera, en redacción y andaba austeramente por el área metropolitana aprendiendo, por lo que esas “cosas” cubiertas no servían para nada, había como siempre que movilizar las neuronas y los piecitos para caminar.