Los tiempos que vivimos todos los mexicanos, son verdaderas encrucijadas, un acertijo, el dinero escasea, no hay trabajo y el poco que existe mal remunerado.
Las necesidades van en aumento y las dificultades más aún, tanto que me hicieron recordar una de mis anécdotas con el que título esta columneja; se las relato pues hago parangón de esas palabras con los sucesos que cotidianamente nos ocurren.
Ahí tienen que en San Miguel de Apodaca eso queda en Nuevo León, en tiempos pretéritos, en ese poblado un matrimonio formado por una pareja Jesús y Tuta de numerosa prole, todos muy aguerridos había sentado sus esfuerzos y su futuro en ese poblado.
Ambos son muy trabajadores así como sus hijos, enseñados al modo antiguo sin contemplaciones –el que no trabajaba simplemente no come- así de fácil, ellos hicieron un galerón, adjunto a la casa familiar y al fondo de ella en una de las paredes lo encalaron y le hicieron un marco en negro semejando una pantalla.
Así los viernes, sábados y domingos realizaban funciones de cine por la noche exhibiendo películas con el cobro respectivo de un peso por función, al lado del “cine” hicieron su “tienda de conveniencia” y vendían de todo, desde refrescos embotellados, dulces locales y otros artículos de necesidad.
Bien en una de las funciones mencionadas se exhibía una película de Raúl de Anda, charro muy afamado en aquellos días y su inseparable comparsa “El Chaflán” se trataba de un tema revolucionario en una de las acciones llenas de bala -caray que recuerdos tan presentes-.
-El Chaflán- alguien le grita- afortínate Raúl, que yo afortinado estoy!
Mientras las balas silbaban y los espectadores no faltaron los temerosos, que se ocultaron tras los respaldos de las bancas corridas que servían de asiento a los asistentes, si ¡afortinándose!
Hoy en esas andamos afortinandonos para evitar un mal mayor, pues algunos desafortunados han sufrido en carne propia los estragos de la guerra que vivimos, que nos atemoriza y limita en el desarrollo otrora ordinario de nuestras actividades cotidianas.
Todo ello tal vez de las desigualdades sociales, de la pobreza extrema que algunos padecen o mejor dicho que padecemos, algunos al no encontrar salida a sus angustias, caen en depresiones válidas o no, pero que a nada bueno conducen y se unen formando pandillas, creando el caos social un desangelado caos económico que vivimos.
De esto último ellos no son ellos los únicos culpables, sólo son un producto más de la corrupción de funcionarios, quienes lejos de servir.
Se sirven en beneficio propio y no de la comunidad a quien supuestamente protegen, sin embargo esto es apenas una de las manifestaciones de la crisis de valores, que obligará a realizar cambios a quienes no cumplen su deber y cerrará la pinza que alcanzará a todos, si esto no se controla.
Lo externo si persiste terminaremos por perder las pocas libertades que se tenían, así que consecuencia o no, habremos de afortinarnos, para soportar el futuro próximo, que tal vez no sea mejor.
Así que afortínense los que puedan, los que no, ¡que no!
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