Siempre he sido consciente de la importancia de la actualización constante, así que hace algunos años, empecé con la cosquillita de prepararme académicamente para mi labor docente, porque aunque me apasiona y se complementa perfecto con mi carrera como periodista permitiéndome dar clases en la escuela de Comunicación, lo consideraba necesario.
Empecé pidiendo informes, evaluando duración y costos, viendo programas y demás; lo hice un año y lo dejé por la paz, al siguiente otra vez, hasta que finalmente en enero del 2020 me inscribí en la Maestría en Educación Basada en Competencias.
Durante los años de existencia de este espacio les he contado sobre mis dos trabajos y mis tres retoños, pero con todo y eso decidí lanzarme, porque el mundo es de los aventados, ¿o no?, lo mismo le digo a mi esposo cuando me hace bullying porque participé en un concurso de canto en la preparatoria: “¿No te dio vergüenza Beatriz?”, no, cantaría feo, pero no me quedé con las ganas.
Así que bien motivada empecé a estudiar, a hacer tareas… hasta que llegó la pandemia en marzo y todo se fue a… la casa para llevarse a cabo ahí y entonces sí se juntó todo en un solo lugar.
Así esta “aventada” mujer estaba ayudando a sus guercos con las clases en línea, dando las de la universidad, escribiendo para el periódico, encargándose de la casa y claro, estúdiele y estúdiele a la maestría.
Pero como el día no alcanzaba, la noche y madrugadas eran “el mejor” momento para hacerlo, y digo “el mejor” porque después de acostarse varias veces a las 2, 3 o 4 de la mañana, se te empiezan a hacer unas ojeras que no puedo decir que ni el mejor corrector tapa, porque hasta eso, no me sé maquillar.
La cosa es que cuando ya todos estaban dormidos, me ponía en friega a leer mil pdfs, a revisar videos, a consultar en la biblioteca virtual… y a llorar jajajajaj, bueno, eso también lo llegué a hacer en el día, porque en una que otra ocasión me sentí rebasada, y después de que se me olvidara guardar el pollo y se lo comiera un gato, tender la ropa y se apestara, y un chamaquito me pidiera una cartulina un domingo en la noche, le dan ganas de llorar a cualquiera.
Y hablando de gatos, mi gata “Negra” tiene un papel principal en esta historia, pero esa se las cuento en la siguiente publicación.
La cosa es que después de una visita al médico por “amsiedá”, como dicen los memes (o sea ansiedad), un chorro de jale, quehaceres y muchos desvelos, finalmente concluí mi maestría; terminé bofeada, cansada, bien fregada, pero terminé.
A la ceremonia me acompañaron mi esposo y mi primogénita, y no les puedo explicar lo emocionada que me sentí desde un día antes, cuando fui a probarme la toga, siendo tan cursi como soy apenas la vi y ya iba a chillar, pero que “oso”, había gente ahí y me aguanté.
Además de recibir mi constancia de término, fui seleccionada para dar el discurso de despedida al nivel de adulto trabajador, los más fregones le decía a un compañero, por ser los que deben mantener y cuidar a su familia, y que quizás hasta les duela la rodilla, se les esté cayendo el pelo, tengan gastritis, o tantos más achaques de la edad.
Y ¡zaz! que me nombran para recibir una Mención Honorífica por mi “destacado desempeño académico”, y ¡zaz! de nuevo, después para pasar por un Diploma al Mérito, por “una excelente trayectoria académica” por calificación perfecta durante todo el posgrado.
La emoción que había sentido no era nada, con lo que experimentaba cada que bajaba del escenario y pasaba enfrente de mi familia, de mi hija; le decía adiós y le aventaba un beso, y ella, “nerd” como su madre, entendía perfectamente lo que sucedía y se emocionaba también.
Para mí era muy importante que lo viera, porque entendería que a pesar de ser mujer y que si mañana es madre y trabajadora, va a poder lograr todo lo que ella quiera, claro, si se esfuerza.
Debo admitir (no se lo había dicho a nadie) que si lloré, cuando salimos del salón en el que esperábamos e hicimos una fila para ocupar nuestros lugares antes de iniciar la ceremonia, pero no se notó porque la se despistar muy bien, y el cubrebocas tapa la nariz tipo “Rodolfo el reno”.
A mis contactos del perfil personal ya los he de tener hasta el chongo con tanta publicación sobre el tema, pero esto es especialmente para mis amigos de este espacio, que me han dejado saber cómo se han reído, entretenido y hasta llorado con algunos capítulos de mi vida; hoy, los hago partícipes de este logro. Un abrazo a todos.