¡No puede ser!…
Fue la expresión de miles y miles y miles de seguidores Rayados cuando vieron que faltando unos segundos para ir al alargue, llegó el frentazo clavado de Víctor Guzmán para marcar el gol del campeonato.
¡No puede ser!…
Luego de un temporadón que hizo el Monterrey, no supo cómo ponerle la rúbrica a esa campaña… no supo cómo vencer a un equipo en teoría y en la práctica inferior en muchas cosas, en nomina, en nombres, en funcionamiento…
A los Rayados si algo se les puede recriminar, fue la falta de raza, de corazón, de enjundia para salir a matar a su rival.
Si en el primer tiempo los Rayados salieron a comerse la cancha y se hartaron de pelota. Se cansaron de llegar y tirar y acosar a una zaga que trataba de multiplicarse para defender un arco custodiado por un guardameta que ya había debutado cuando ellos algunos ni nacían y otros apenas estaban en el kindergarden.
Para el segundo tiempo, el Monterrey fue otro.
Bajaron las revoluciones, ya no corrieron igual, probablemente sentían que en cualquier momento la meterían y que bueno, ya solo quedaba festejar.
Pero se sintieron campeones antes de serlo, antes del silbatazo final y pagaron el precio.
Pachuca, sin jugar nada, salvo defenderse y lanzar esporádicos ataques, nunca inquietaron a Orozco.
Ni el gol estuvo cerca de taparlo. Era un remate inatrapable para cualquiera, fuese Jonathan o cualquier otro.
El Monterrey, luego de celebrar durante varias semanas su liderato, sus pasos en la Liguilla tan polémicos, incluso en esta Final, cuando en el duelo de ida fueron perdonados con un tiro penal que no les marcaron.
Ni esa ayuda sirvió de mucho.
Anoche, el silbante tuvo una actuación correcta. Sin favorecer a nadie. Un penal perfectamente señalado, una expulsión inobjetable y solo se excedió con un minuto y medio más de reposición, cuando había dicho que sólo sería tres…
Y se acabó.
Monterrey tendrá que aprender a jugar mejor los partidos.
¿O tú cómo la viste?
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