Según analistas financieros, México todavía no se salva de lo peor de la crisis que empezó en Estados Unidos y rebotó en países de Europa y Asia, principalmente con la quiebra de instituciones bancarias y aseguradoras que parecían gozar de buena salud.
Al menos en diciembre, millones de mexicanos metieron al baúl la palabra crisis, porque vaciaron sus carteras, sin reparar que en plena cuesta de enero se contarán las mismas historias de años anteriores, y ese período crítico se podría prolongar hasta mediados de año.
Seguramente en los propósitos de año nuevo, el principal será no cambiar de trabajo, y menos pedir un aumento de sueldo inmediato, porque la situación que se avecina no es muy alentadora.
Muchos empresarios en México, grandes, pequeños o medianos, empezarán 2009 con el alma en un hilo, porque lo que se ha visto de la crisis son apenas los primeros coletazos.
Grandes cooporativos como Cementos Mexicanos, por citar un ejemplo –una de las cinco cementeras más importantes del mundo–, está sumido en una de sus peores momentos financieros y ha mandado al desempleo a miles de sus trabajadores.
¿Y si eso le pasa a Cemex, que les puede esperar a otras?, es la interrogante. Por lo pronto debemos cruzar los dedos para que la cuesta de enero sea menos despiadada con uno mismo y con aquellos sectores más vulnerables.
Dios nos agarre confesados porque no hay para cuando se vea luz a través del túnel. Por lo pronto, hay que admitir que diciembre fue un mes de derroche, porque engañamos muy bien a la palabra crisis.
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