El maestro Norberto Calvario Razo nació en Guadalajara, Jalisco, el 6 de junio de 1952; hijo de Francisco Javier Calvario y María Elena Razo, se autodenomina matamorense por adopción, pues llegó con su madre y su tío Ramón, hermano de ésta.
Mucho antes de que naciera el maestro Norberto, su madre, que aún vive, y su hermano, originarios de Celaya, Guanajuato, donde vivían con sus padres en el área rural, lugar donde adoptaron la disciplina del campo, como levantarse temprano a las 4:00 AM para ordeñar las vacas y vender leche. Ella le platicaba que para romper la rutina y a modo de juego su tío Ramón se prendía de la ubre y se tomaba la leche bronca, así de espontánea y noble era la semilla familiar que antecede la vida del maestro Calvario.
A los 16 años su madre decide cambiar lo cotidiano de Celaya por la fascinación de Guadalajara y se va con su hermano a probar suerte a la perla tapatía; es cuando conoce a un jornalero de nombre Francisco Javier, con quien después de un tiempo de novios deciden casarse y con el paso del tiempo nace un hijo a quien le ponen por nombre Norberto.
Don Francisco cuando estaba en sus cinco sentidos era un hombre bueno, pero cuando era atrapado por el alcohol se transformaba y conflictuaba el ambiente familiar. El amor de María Elena por su marido le hacía tener la esperanza de que algún día iba a cambiar, hasta que un día su propia suegra le dijo:
-Déjalo, vete con mi nieto Norberto a vivir a otro lugar y ni me digas a dónde porque en una de esas se lo cuento a mi hijo y va por ustedes.
Fue así como en 1956, siendo presidente de Matamoros el Lic. Augusto Cárdenas, a los cuatro años llegó el niño Norberto, traído por su madre y acompañada por el tío Ramón, hermano de ella, a Matamoros, una tierra absolutamente desconocida por ellos, pero con todo el ánimo de conquistar y adoptar este lugar.
Su primera estancia fue una vivienda ubicada en la calle Rayón entre 4 y 5, una vecindad donde había al menos diez y seis familias. Su mamá no podía perder el tiempo y tenía que trabajar, comenzó por lavar y planchar ropa ajena y su tío Ramón adoptó la actividad de jornalero, ya con este ingreso sumado el horizonte económico no era tan pesimista.
Con el paso del tiempo, en 1958, el niño Norberto ingresó a la primaria Modelo, que era solo para niños, a tres cuadras y media de su casa; todos los días se iba a pie. No ingresó a la Josefina Menchaca que estaba en la 5 y Guerrero porque era solo para niñas, aunque al año siguiente en 1959 ambas primarias se hicieron mixtas.
Recién ingresó a clases de primer grado su madre emitió dos mensajes, uno para el niño Norberto y otro para el maestro:
-Norberto, tú le vas a hacer caso al maestro; y maestro si se porta mal mi hijo dele unas nalgadas, pero bien dadas.
Desde ese momento el infante alumno entendió que la cartilla estaba bien leída.
La escuela Modelo dejó una huella imperecedera y muy positiva en la esencia del maestro Norberto. Afirma que tuvo excelentes maestros con vocación. Uno de ellos fue a quien recuerda como el maestro Nico en el 5º “A” pues también estaba el “B”. Cuenta una anécdota en el sentido del temor que el maestro Nico transpiraba a los alumnos y cómo en su primer día de clases les dijo con ese aire imperioso y altivo del catedrático que se sabe calculadamente estricto:
-Yo soy el profesor Nico. Todo el mundo dice que soy muy malo y es cierto. Soy un maestro muy malo. Así que los que quieran cambiarse con el profesor bueno del “B”, el maestro Negrete, este es el momento para hacerlo.
El niño Norberto escuchó esta advertencia con emociones encontradas, experimentó por primera vez en su interior las turbaciones contradictorias que nos invaden la existencia frente a algo desconocido que nos atrapa, miedo y seducción. Su esencia infantil frente a este reto hacía que el corazón se le agitara y tuvo
que respirar profundamente varias veces.
En medio de ese maremágnum de emociones que lo retaba, el niño Norberto vio como dos de sus compañeros “huyeron” al 5º “B”, pero en él se acomodaba la firme idea de no ser cobarde ante el desafío académico y simplemente se quedó sentado en su lugar aceptando el reto de educarse en el 5º “A”, con el maestro que era “muy malo”.
El tiempo hablará.
Esta historia continuará…