En la última semana se ha venido incrementando la queja, por parte de la sociedad, respecto a las campañas electorales. Además, he encontrado varios artículos de diferentes analistas y columnistas, dudando sobre el tipo de campañas políticas que se están llevando a cabo en México. Estas dudas están directamente relacionadas con la forma de venta a la sociedad de los candidatos, esto es como un producto. La percepción de la sociedad es que los candidatos son plásticos y sin propuestas.
El fin de semana pasado, finalicé mi participación en un diplomado sobre Mercadotecnia Política, que tuvo lugar para una institución educativa del sureste, en tres distintas plazas del Estado de Quintana Roo. Mi participación se refirió a la imagen del candidato en una campaña política. Llamó mucho mi atención que a los participantes les asombrara la hipótesis “un candidato no es un producto”; al ahondar sobre el tema, me enteré que durante todo el resto del diplomado se había afirmado permanentemente todo lo contrario. En su mayoría, los participantes quedaron convencidos de mi teoría. Un granito de arena de aportación para mejorar nuestra democracia.
Desde mi óptica, el problema del uso y mal uso de la mercadotecnia política tiene varias dimensiones. La primera es el hecho de que los candidatos siempre tienen un primo o amigo diseñador que, por poco dinero, les hace unos bonitos carteles para colgar en la calle. La segunda es que hay una terrible confusión entre la mercadotecnia y la publicidad normal o comercial vs la mercadotecnia y la comunicación política, se cree que funcionan igual y, en muchos casos, utilizan para los candidatos las recetas de la práctica comercial. De la estrategia, mejor ni hablamos ya que en la mayoría de las campañas, simplemente no existe.
Alternativamente, tenemos el problema de nuestras leyes que, con la última reforma, rompieron el balance electoral entre dinero de spots vs tiempo de campaña y donde se apostó todo el dinero a la compra de spots al mismo tiempo que se convirtió al IFE en la agencia de publicidad más grande de México y no se redujo sustancialmente la duración de la campaña.
Por otra parte, al subir el financiamiento a los partidos, el dinero fue a parar a la bolsa sin fondo de los gastos de las campañas, aumentando las prácticas clientelares en las redes políticas y sociales.
Cabe aclarar que mi hipótesis se basa en algo muy sencillo, un binomio de extrema simpleza: uno, un candidato (para bien o para mal), piensa (supuestamente), habla (hay veces que ojalá no lo hiciera) y tiene emociones (a veces demasiadas y otras, ninguna), un producto es inanimado y por consecuencia hace lo que la estrategia define. Dos, el candidato no es algo que se compra, no hay intercambio de dinero. Lo que se busca es que el candidato gane la fe de los electores y que éstos a su vez le otorguen su voto de confianza para que los gobierne (y no les cubra una necesidad como producto). Por último, hay que entender que el elector no es estúpido.
Indudablemente, en últimas fechas se ha dado un cierto abuso de las técnicas de comunicación utilizadas y será necesario que la ética impere en el diseño de las campañas, pero hay que entender que el problema es de fondo y no todo culpa de la comunicación.
El verdadero problema es que hay candidatos, pero no hay líderes. Hay candidatos, pero no hay estadistas.
Las personas que se están nombrando como candidatos quieren llegar al poder, quieren el puesto, pero no estoy tan seguro que estén deseosos de gobernar, no creo que entiendan los problemas de la población y que quieran buscar el servicio público para generar el bienestar social que se está necesitando. Y lo peor, no son líderes, muchos no tienen visión, no levantan la mirada para ver lejos y vislumbrar un futuro mejor para toda su comunidad. Si no tienen eso, por supuesto que entonces no hay nada qué comunicar.
Una campaña electoral es el arte de conectar el corazón del candidato, sus ideales y su visión, con el corazón de miles o millones de electores. Al no haber nada de esto, pues entiendo que, efectivamente, hay que inventarle algún eslogan para que lo conozcan e identifiquen. Pero en el fondo, ése no es el tipo de modelo electoral o democrático que queremos ni el que necesitamos.
Los partidos, a su vez, también contribuyen al estar maquilando a los candidatos como títeres solamente para ganar posiciones políticas, ¿Quién es el que me conviene?, ¿quién es disciplinado y cuál pongo para ganar? En el fondo, no se están preocupando por lo más importante, estamos hablando de que es la persona que va a gobernar por un determinado tiempo y que nos puede llevar al despeñadero o a la gloria que todos deseamos.
Puede verse como una posición extremadamente romántica pero, para mí, el futuro de nuestro país lo vale.
Mail: marco.herrera@grupopublic.com
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