¿Por qué tanto poder de los gobernadores en Tamaulipas?
La columna de hoy es un pastiche tomado de los escritos de Daniel Cosío Villegas y Enrique Krauze rescatado del libro más reciente de Krauze, titulado “Crítica al poder presidencial” pero que se adapta a pie juntillas a los gobernadores que nos ha tocado tener en Tamaulipas, incluyendo Cabeza de Vaca. Es una crítica que pretende ser una carta abierta a todas aquellas personas que aspiren a la gubernatura de nuestro terruño para intentar salir del círculo vicioso en que hemos caído desde hace un buen de tiempo y apostarle a que nuestro Estado dependa más de las instituciones que de la voluntad de un solo hombre.
Las críticas aquí vertidas ya fueron utilizadas para puntualizar la forma de gobernar de los presidentes de la República, y sesudo lector, debo decirte que al estar leyendo cada una de ellas, no había diferencia con los personajes que hasta el tiempo presente nos han gobernado en Tamaulipas. Comencemos pues la adaptación.
La mayor “llaga política” de Tamaulipas es la entrega de todo el poder a la persona del gobernador. Por esta razón, prácticamente todos los que han pasado por ese puesto, han sido condenados al infierno de la historia.
El espacio infinito que ocupa en el escenario público estatal el gobernador del Estado y las malas consecuencias de esta situación anómala y antipática nos tienen siempre en un círculo vicioso del cual no hemos podido salir.
La democratización del sistema en nuestro Estado tiene como condición necesaria el acotamiento del poder del gobernador: “el problema político más importante y urgente del Tamaulipas actual es contener y aún reducir en alguna forma ese poder excesivo”.
En ese contexto, Daniel Cosío Villegas citaba a Madison: “La gran dificultad de idear un gobierno que han de ejercer unos hombres sobre otros radica, primero, en capacitar al gobierno para dominar a los gobernados, y después, en obligar al gobierno a dominarse a sí mismo”. Y se concluye empíricamente que en Tamaulipas se ha salvado de sobra la primera dificultad, pero no la segunda.
¿Cómo es que llegamos a este extremo? A las facultades legales y extralegales que explican la concentración de poder en el gobernador. La explicación no es sencilla pero si la hay; se suman razones históricas, sociales, geográficas, políticas, morales y psicológicas que nos involucran a todos y que hay que explorar en detalle. Quizá en la juventud de cada uno de nuestros gobernadores en Tamaulipas, incluyendo el actual, el poder les fascinaba, plantando en ellos ambiciones que no eran comunes en otros países.
La estructura burocrática en Tamaulipas favorece el fortalecimiento del ejecutivo estatal. El poder legislativo se pliega al gobernador por ambición trepadora, tenemos el ejemplo aun latente de la pasada legislatura 64, pero el judicial, teniendo buenos soportes formales y materiales para fincar su independencia, está cautivo por simple y llano temor. En ambos casos, diría don Daniel Cosío Villegas que “la sujeción es más lucrativa que la independencia”.
Hasta la convicción muy común de que el gobernador de Tamaulipas lo puede todo contribuye a aumentar su poder. La suerte de los Tamaulipecos no depende de un acuerdo institucional sino de una voluntad personal, del arbitrio de un hombre de carne y hueso:
La creencia de que el gobernador del Estado puede resolver cualquier problema con sólo querer o proponérselo es general entre todos los tamaulipecos, de cualquier clase social que sean, si bien todavía más, como es natural, entre las clases bajas y en particular entre los campesinos. Éstos, en realidad, le dan al gobernador una proyección divina, convirtiéndolo en el Señor del Gran Poder, como muy significativamente llaman los sevillanos a Jesucristo.
Este elemento religioso es muy lamentable, porque bloquea la maduración ciudadana y la construcción institucional. El gobernador es el “Iluminado Dispensador de Dádivas y Favores”. Por eso Tamaulipas no es un Estado, sino una “Monarquía Absoluta Sexenal y Hereditaria en Línea Transversal”.
¿Qué depara el futuro a Tamaulipas? No sé cuánto durará esta tipo gubernatura imperial que nos agobia desde hace muchos años atrás hasta la fecha, no sé si los potenciales candidatos quieren poner fin a estas formas que concentran tanto poder en una persona, no sé cuándo lograremos consolidar una gubernatura institucional, pero en todos los casos habrá que seguir diciendo NO al poder, en particular al poder absoluto en manos del gobernador en turno.
Ojalá que, quien sea el próximo gobernador entienda que la política en general de nuestro Estado no puede fincarse en la psicología de una sola persona, así sea el mismo gobernador y que las próximas elecciones sean el epitafio de este estilo de gobernar Tamaulipas, que da gobernadores cuyas gestiones han estado a años luz de sus respectivas gestas como candidatos.
Ésta es nuestra circunstancia y nuestro horizonte con una engañosa fascinación del poder que a todos nos seduce. Nos merecemos una forma de gobierno de individuos dignos.
El tiempo hablará.