Si alguna otra desgracia le faltaba al gobernador de Nuevo León en la agonía de su sexenio, resulta que la cacareada victoria frente a los cárteles de la droga que duermen en casa decidieron darle su despedida anticipada, pero no precisamente con fuegos artificiales.
Rodrigo Medina de la Cruz tuvo insomnio la noche del jueves 18 de junio cuando 10 personas fueron ejecutadas -algunas de ellas desnudas y con el tiro de gracia en la cabeza-, dentro de un negocio distribuidor de cerveza en el municipio metropolitano de García.
Y seguramente no fue casualidad que pasadas las elecciones con la derrota de su partido frente al candidato independiente a la gubernatura, hechos sangrientos volvieron a registrarse en la zona metropolitana de Monterrey con 22 ejecuciones en San Pedro, Apodaca, Guadalupe y García.
Medina de la Cruz entregará el poder el 4 de octubre próximo a Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, pasando a la historia como el primer gobernador del PRI en México cuyo relevo será una persona que llegó huérfano de partidos políticos a encabezar el ejecutivo de un Estado.
Se irá del Palacio de Cantera arrastrando la cobija, porque la realidad que está viviendo desde antes del 7 de junio no estaba contemplado como uno de los actos de la noche de su despedida.
Seguramente los organizadores de su adiós ya habían contratado espacio en las tres televisoras privadas para transmitir en vivo el evento protocolario en una ostentosa ceremonia con alfombra roja, previamente amenizada para el pueblo en la Explanada de los Héroes, por Ernesto Chavana y Mario Bezares.
Interesante será conocer si los contratos de la transmisión por Multimedios, Televisa Monterrey y TV Azteca Noreste ya están en trámite en la Tesorería estatal con daños a las finanzas de la próxima administración.
Pero la glamurosa noche de la soñada entrega de estafeta de Medina de la Cruz a Ivonne Álvarez García no se concretó, porque la ciudadanía cobijó a “El Bronco” que enarboló la lucha contra el bipartidismo, ciudadanía que tampoco olvidó que Nuevo León ha sido la cueva del Diablo en este sexenio.
Madres sin alma y con sus corazones destrozados por hijos ejecutados o desaparecidos; estudiantes y civiles que murieron en fuego cruzado; policías y tránsitos levantados y posteriormente ejecutados, y las víctimas del Casino Royal, son una realidad de la actual administración.
Por eso Medina de la Cruz no se podía ir limpio, con el sonar de las fanfarrias y caminando sobre la alfombra como un star de la política.
El gobernador se irá con las manos manchadas de sangre porque si bien no es culpable en acción, sí fue por omisión en varios de los acontecimientos que enlutaron a familias enteras que perdieron un ser querido.
Un ejemplo que avergonzó no solamente a esposos, esposas e hijos fue el incendio del Casino Royal, cuando Nuevo León fue noticia internacional y no hubo un plan efectivo para contrarrestar la pésima imagen en el extranjero.
Si bien la depuración de las corporaciones policiacas estatales y municipales rindieron frutos, la verdad es que los grupos delictivos siguieron operando en la entidad, y en el peor de los casos sus capos vivían en colonias exclusivas de San Pedro protegidos por quienes deberían detenerlos.
Nunca, en los seis años de su gobierno que agoniza, Nuevo León fue un parque de diversiones tipo Disney donde las familias reflejan pura felicidad.
La estrategia fue que las televisoras privadas, a punta de dinero del erario, recibieran órdenes “de bajarle” para que la nota roja dejara de formar parte de los titulares de noticieros.
Medina de la Cruz ya tiene las semanas y los días contados. Ahora la tarea de volver a regresar la verdadera paz al Estado será de “El Bronco” que ya declaró que enfrentará sin temor a los grupos del crimen organizado.
Al menos el futuro gobernador ya sabe cómo se escuchan las balas de cerca, no como Medina quien, en los peores días, corría a McAllen, la Isla del Padre y San Antonio, los paraísos texanos favoritos para él, sus hermanos y su papá.
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