De plano ya no sabemos ni qué pensar, con el envío de cuatro oficiales militares mexicanos, como nuestra primera contribución al ejército pacifista universal llamado “Cascos Azules de la ONU”.
Raya en el cinismo y lo sinvergüenza, de parte de muchas cabezas de los países involucrados, el aceptar la colaboración de México en algo que es sinónimo de paz.
A los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas se le olvidó tan pronto, que en México la milicia no tan sólo no puede dar, ni garantizar la paz entre su gente, sino que a últimas fechas, la confianza de un pueblo inocente, la han perdido.
Desafortunadamente -otrora auténticos héroes personales de un servidor- la fuerza castrense, esa que debe ser sinónimo de proveer sosiego, de proporcionar seguridad, establecer control y orden, así como garantizar tranquilidad a su población, se ha convertido a últimas fechas, precisamente en todo lo contrario.
El Ejército y la Marina, son un temor fundado para toda una nación, sólo dos de muchos casos, reafirman dicho pánico.
A últimas fechas los castrenses han atropellado a su pueblo, avasallamientos tales que han dejado saldos funestos.
Y todavía a la gente de la ONU se les ocurre aceptarlos como miembros de su ejército multinacional de paz.
SOLITOS CAYERON DEL PEDESTAL
Los nuestros están manchados de sangre azteca, inundados en crímenes de lesa humanidad (casos Tlatlaya e Iguala, sólo por citar dos de muchos).
Nuestra milicia o algún piquete de soldados, siempre bajo un mando superior, nunca aislados, ni actuando por su cuenta, fusilaron a jóvenes rendidos y desarmados (narcos o no, criminales o no) y además entregaron a estudiantes normalistas al crimen organizado, o si no lo hicieron ellos, sí supieron, sí vieron a los alumnos, sabían a dónde los llevaban, que eran inocentes, así como qué clase de gente los trasladaban.
Los militares nunca hicieron nada, todo eso está documentado por periodistas serios, así como por organizaciones pacifistas y defensoras de los derechos humanos, nacionales y extranjeras.
Hoy dos elementos de la Semar y otro par de la Sedena, van a las naciones de Sahara Occidental y también a Haití, como observadores de paz.
NO LA FRIEGUEN
Por favor señores de Naciones Unidas, por piedad gobierno mexicano, no nos hagan reír.
Este gesto o acción de sumar a México como Cascos Azules, significa una bofetada para un pueblo de 120 millones de habitantes, sumamente ofendidos y lastimados.
Y si alguien en este país los defiende a soldados y marinos, aduciendo que sólo se trató de un grupo de soldados los involucrados en los dos casos reprobables ya citados, hay que responderles, que uno solo de esos pasajes, es suficiente y que dos, son muchos e imperdonables.
Que los mancharon al ponerles a trabajar en las calles del país, que no es su culpa de soldados y marinos, tal vez, pero de culpabilidades e inocencias, es el pueblo mexicano, el más ajeno a ser víctima de estos señores adiestrados para proteger y servir a su compatriota civil.