Chapulinear, esa es la cuestión
Envuelto en la polémica por su decisión de apuntarse como aspirante a ser candidato a la presidencia de México por la vía independiente, el gobernador Jaime Rodríguez Calderón revivió la polémica sobre si dejar el cargo público en pos de otro es un acto legal o no.
Se dice que para andar en la política se debe tener la lengua larga pero la cola muy corta, y más en tiempos en que todo lo que se diga como promesas de campaña puede ser usado tanto a favor, como en contra.
Y la terca memoria, esa que va acompaña con el registro en las redes sociales, sale a relucir ahora con más virulencia cuando se trata de denostar, destrozar y desplazar al enemigo político, ya que en la guerra y el amor, y más en la búsqueda de votos, todo vale.
La expresión hecha por Rodríguez Calderón en un tuit en febrero del 2015 en vísperas del inicio de las campañas electorales para renovar la gubernatura de Nuevo León, en la que criticó el que se dejará inconcluso un cargo de elección popular por buscar otro de manera simultánea, fue revivido apenas y El Bronco confirmó sus aspiraciones presidenciales.
“El chapulineo es inmoral, no puedes dejar abandonada tu responsabilidad, no puedes hacerle esto al Estado”, se lee en la publicación realizada el 9 de febrero del 2015 en la red social del entonces candidato independiente, y que ahora sus detractores, ciudadanos y dirigentes políticos, se lo recuerdan.
Sin embargo, el chapulineo “inmoral”, que muchos ven en el mandatario nuevoleonés, es una práctica añeja, tan vieja y arcaica como el sistema político mexicano. Y es practicada por priistas, panistas, perredistas, rojos, verdes, azules y grises. Todos, beneficiados de la democracia a la mexicana que les permite seguir en viviendo del presupuesto público haciendo carrera política.
Baste recordar la historia reciente de Nuevo León, en donde panistas y priistas, a la par de petistas entre otros, saltan como chapulines cada tres años: van de una regiduría a una diputación local; de ahí, la federal o una alcaldía, o bien, en el camino regresan a donde partieron, para buscar una alcaldía o la senaduría, por si llega la posibilidad, única, de aspirar a la gubernatura.
¿Nombres y filias políticas? Hay para dar y repartir. Ningún partido se salva.
Como dijo alguna vez el fundador del grupo Atlacomulco, Carlos Hank González, “Es un error vivir fuera del presupuesto”.
Por ejemplo, celebre chapulín albiazul fue Jesús Hinojosa Tijerina, quien siendo alcalde de San Nicolás de los Garza para el trienio 1992-1994, pidió licencia para separarse del cargo durante los cuatro meses que duró su campaña como abanderado del PAN en pos de la presidencia municipal de Monterrey, que le fue otorgada tras impugnar el proceso.
Tras recibir la constancia de ganador, regresó a alcaldía nicolaita solo para presentar su tercer informe y entregar el cargo a su sucesor, el también panista Adalberto Núñez Ramos.
Otro chapulín panista es Jesús María Elizondo, de profesión comerciante quien siendo alcalde de Guadalupe (1994-1997) saltó a la alcaldía de Monterrey. Brincó, como se decía en el argot priista, era un trapecista: saltó de un cargo al otro sin soltar el presupuesto público.
Y entre los priistas, la lista también es larguísima: ahí está el caso de la priista Cristina Díaz Salazar, quien en términos circenses, hizo el triple salto mortal:
Siendo alcaldesa de Guadalupe (2006 -2009) se separó del cargo para contender por la diputación federal por el distrito XI; y de ahí, en el 2012, buscó y consiguió ser senadora por el PRI, aunque en el 2015 su corazoncito latió al ser incluida en una lista de 10 pre aspirantes a la candidatura priista al gobierno de Nuevo León, y en la que otra chapulina, fue la designada y la derrotada: la senadora Ivonne Álvarez García.
Y es Ivonne otra chapulina, quien dejó la alcaldía inconclusa para buscar un escaño senatorial, el cual todavía ostenta pero deberá dejar en el 2018, claro está, no sin antes perfilarse a otro cargo electoral.
Obligada por una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Álvarez García debió, por una demanda ciudadana que le exigía no dejar la presidencia municipal, suspender su campaña electoral en el 2012 porque ella misma se había comprometido a concluir su gestión de tres años.
Pero ni aun con una segunda resolución en contra de sus aspiraciones la ex conductora de programas gruperos en la televisión cedió sus ambiciones, y ya ganadora, se olvidó de su promesa de servir a los guadalupenses tres años completitos.
La triada de las senadoras priistas, Cristina Díaz, Ivonne Álvarez y Marcela Guerra, quien también ha sido como sus compañeras diputada local y federal en repetidas ocasiones, podría llegar a su fin el próximo proceso electoral, de acuerdo a la iniciativa de ley que su partido, el Revolucionario Institucional, llevará a votación en las próximas semanas. O eso dijo.
Y es que Díaz, Álvarez y Guerra en la mayoría de sus participaciones legislativas han llegado al Congreso de la Unión por la vía de representación proporcional, o como les llaman, diputados y senadores de “lista”, esos que ganando o perdiendo sus partidos, en su caso el PRI, tienen asegurada curul, y presupuesto y por ende, poder político por las cuotas de representación que equilibran la participación de los partidos, para que no haya agandallaje de mayorías frente a las minorías.
Ahora, en el reparto de posiciones, si solo habrá 300 y no 500 diputados federales, una o dos o quizás las tres, no alcancen ni candidatura, o bien, no ganen en las votaciones. Así pues, no habrá dónde chapulinear después del 2018.
LA IZQUIERDA TAMBIEN ES CHUECA
Caso más emblemático de la izquierda es Alberto Anaya Gutiérrez, eterno líder del Partido del Trabajo, sexenios van y vienen, y el líder del Frente Popular Tierra y Libertad, considerado como de corte Maoísta o lo que eso representa ahora, siempre ha estado vigente.
Es pues, el ejemplo claro del chapulineo más ortodoxo y sistematizado. Pasemos a ver su currículo:
Diputado federal en la LIV Legislatura de 1988 a 1991; diputado federal en la LVI Legislatura de 1994 a 1997; senador de la República en la LVII Legislatura de 1997 a 2000; diputado federal en la LVIII Legislatura de 2000 a 2003.
Además de senador de la República en la LX y LXI Legislatura de 2006 a 2012.
Anaya Gutiérrez, originario de Aguascalientes en donde nación en 1946, pero radicado casi toda su vida en Monterrey, actualmente es otra vez diputado federal y concluirá su gestión en septiembre del 2018.
De las últimas tres décadas ha sido legislador 21 años, dejando solo pasar los periodos de 1991-1994, 2003-2006, y del 2012 al 2015, carrera legislativa solo superada o comparada con la del priista Emilio Gamboa Patrón, quien brinca de senaduría y diputaciones federales como cambiar de camisa.
Pareciera pues, que el chapulineo no es moda. Es una forma de vida, la profesionalización de la política le diría unos, que llegó para quedarse en México.