Con la nueva realidad internacional de la crisis, se ha hablado mucho del fracaso rotundo de las políticas de libre mercado y de la competitividad, erróneo a nuestro modo de entender el que se quiera culpar al libre mercado o las posiciones de derecha la gran crisis que existe en la mayor parte del mundo.
La falta de distribución del ingreso, la poca capacidad que tienen los gobiernos de generar crecimiento económico, de cuidar el bienestar de las familias, las desigualdades sociales, tienen que ver más que con un modelo de libre comercio, con las instituciones y la manera como están funcionando.
Si las instituciones no son transparentes, no son eficaces, si no tenemos la capacidad de llevar criterios gerenciales a la administración pública federal, estatal y municipal, difícilmente algún sistema económico (ya sea de economía planificada, socialista, social demócrata, capitalista o de libre mercado) podrá generar crecimiento en cualquier país, mucho menos bienestar en las familias.
Por eso, más que centrar nuestro debate en los próximos meses de esta crisis (que está pegando fuertemente en el bolsillo de todos los mexicanos) debemos de centrarnos fundamentalmente en que las instituciones en el país funcionen de manera eficiente y transparente que evitemos a toda costa la corrupción en nuestro país.
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