Cuando esta edición de Hora Cero esté al alcance de los lectores, faltarán pocas horas para que termine una de las campañas más calumniosas y sucias que se tenga conocimiento en Nuevo León, donde hubo víctimas colaterales de tanto mugrero.
Y aunque el abstencionismo o el rechazo a los partidos no impedirá que haya ganadores y vencidos, será necesario poner un alto y meter a la cárcel –acusados de difamación– a los responsables de la campaña en contra de la señora María Santos Gracia Cantú.
Si durante muchos años los porros de las centrales obreras del PRI ensuciaban los comicios con aquellas prácticas de robarse o embarazar las urnas, en los nuevos tiempos también el PAN aprendió no solamente a defenderse durante las campañas, sino a superar al maestro.
Sabrá Dios si fue en un afán desesperado de acortar distancias, pero enlodar la imagen de una madre burócrata estatal, sólo por haber parido a un hijo que se convirtió en delincuente con los años –teniendo como cómplice a un periódico– eso no tuvo madre.
Me refiero a la señora María Santos, mamá del secuestrador Héctor Garza Gracia, quien injustamente fue exhibida por el PAN y El Norte por trabajar en el Gobierno de Nuevo León, como parte de la guerra sucia en contra del candidato del PRI al gobierno, Rodrigo Medina de la Cruz.
Como nunca se había visto en el Estado, El Norte puso las páginas al servicio del candidato de Acción Nacional, Fernando Elizondo Barragán, para evitar el ascenso al poder de Rodrigo Medina.
Por primera vez ese diario, que tuvo su prestigio por estar a la vanguardia en el periodismo nacional, perdió la imparcialidad con tal de evitar la victoria del aspirante del PRI que, en la última semana, tiene una ventaja de entre 6 y 13 puntos en diferentes encuestas y sondeos.
Fernando Elizondo tuvo que evitar que su partido y El Norte se confabularan para enlodar a esa señora, pues ella no es una delincuente, sino que seguramente lamenta y llora día y noche por el camino equivocado que tomó su hijo.
Porque al salir de su vientre Héctor no era un malandrín ni secuestrador. Era un recién nacido como los hijos del candidato panista y de Alejandro Junco de la Vega, dueño de ese periódico.
Es cierto, las campañas apasionan y ponen en juego muchísimos intereses y verdaderas bóvedas de miles y miles de millones de pesos, pero no se vale llevarse entre las patas a personas inocentes como parte de una estrategia de guerra sucia para ganar una elección.
¿Cuándo El Norte exhibió pruebas contra la señora María Santos? ¿Hay acaso una orden de aprehensión contra ella que la incriminen de ser cómplice de las barbaridades que cometió su hijo?
En 2006, como libre ciudadano, voté PAN por Fernando Elizondo Barragán, para senador por Nuevo León; elegí PRD, en Andrés Manuel López Obrador, para presidente de la República, y me incliné por el PRI, con Abel Guerra Garza, para alcalde de Monterrey. Y de ninguna de las tres decisiones que tomé me arrepiento, mucho menos me avergüenzo.
Pero ahora, después de conocer a detalle la historia de la señora María Santos, tengo algunas dudas de por quién voy a votar, pero muy pocas sobre por quién nunca votaría.
Aplausos, porque entre tanta mugre maquiavelada por los estrategas de los partidos que se sienten derrotados, no hubo más mentes enfermas que buscaran otra María Santos en la contienda por Monterrey.
Como muchos electores, espero con ansias que ya sea 6 de julio, para que todo este circo y dispendio termine.
¿Y los árbitros de la contienda? Bien gracias. Otra vez atados de manos y con la boca cerrada. Simples espectadores.
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