Sin una cultura de fiscalización y rendición de cuentas, Tamaulipas dio un paso hacia adelante al integrar el Instituto Tamaulipeco de Acceso a la Información, ITAI.
A este organismo, que vendría siendo un hermanito del Instituto Federal de Acceso a la Información, IFAI, le corresponderá atender las solicitudes de información que le soliciten.
El espíritu del IFAI y ahora, del ITAI, es asegurar que los tamaulipecos conozcan cómo se manejan los recursos públicos y a dónde van a parar.
Pero no pensemos que la creación del ITAI será una varita mágica que nos permitirá conocer a detalle y en cuestión de horas la administración de la hacienda pública.
La solicitud de información y la respuesta a la misma, requerirá un proceso largo y muchas veces desgastante.
Uno de los principales escollos que tendrá que salvar el ITAI para poder sobrevivir y cumplir con sus objetivos es lograr la autonomía monetaria que le permita la libertad necesaria para cumplir con su responsabilidad de informar a la ciudadanía.
Ese principio básico tiene que asegurarse y a su vez, el ITAI tendrá que constituirse en un ejemplo de transparencia.
En nuestro país el Instituto Federal Electoral fue el inicio de un proceso democratizador donde los ciudadanos pudieran manejar los procesos electorales y asegurar la legalidad de los resultados.
Hoy por hoy el IFE está cuestionado y pasa por un momento crítico porque los recursos destinados a fortalecer la democracia en este país se han usado de manera discrecional por los consejeros, a quienes se les ha cuestionado su actuación en los recientes procesos electorales.
Después vino el IFAI y ahí la lleva tratando de sacar adelante el trabajo, pero para frustración de muchos ciudadanos la información sobre el manejo de las dependencias federales no fluye de manera rápida.
Además de poco o nada sirve conocer el destino de los recursos públicos porque a lo más que se ha llegado es a destituir a algún funcionario como aquel del caso famoso del ¨Toallagate¨ durante el sexenio de Fox, pero hasta ahora no se han fincado responsabilidades legales a ningún trabajador de gobierno debido a los datos obtenidos en el IFAI.
Como vemos, no es fácil construir un estado democrático y transparente, los ciudadanos que se deben de encargar de lograrlo caen fácilmente en vicios y corrupción.
El ITAI debe ver y aprender de esos intentos de democratización y mejorar su actuación.
Por lo pronto, no está de más que inicie una campaña para informar a la ciudadanía los pasos a seguir para obtener la información que solicite.
Especificar a qué información se tendrá acceso y a cuál no, para no andar perdiendo el tiempo denegando datos.
Y sobre todo recordemos que la integración del ITAI se lleva a cabo con los recursos públicos, con el dinero que pagamos de impuestos, o sea, nos pertenece, entonces hagamos buen uso de él.
También no está de más que los funcionarios de cualquier nivel de gobierno conozcan la obligación que tienen de proporcionar información, porque de nada servirá que exista el ITAI si las dependencias del gobierno del estado niegan o entorpecen la disponibilidad de información al Instituto.
Por eso al inicio de esta columna mencionaba que el ITAI nace en Tamaulipas sin una cultura de fiscalización y rendición de cuentas, además de transparencia en el uso de los recursos públicos.
Es casi, casi cambiarnos el chip de la cabeza y entender que los ciudadanos tenemos el derecho de saber el uso de los recursos que entre todos ayudamos a reunir a través de nuestros impuestos y que los funcionarios no se mandan solos… aunque a veces se mandan sirviéndose con la cuchara grande.
Por último, si fuésemos honestos no tendría razón de existir organismos como el ITAI, su creación es producto de nuestros errores y como todos los errores hay que pagar por ello y el Instituto nos costará a todos.
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