“Ojalá vivamos mil años”, dijo el camarada (cómo dice la chaviza, que claro que no lo dice así); “¡No hombre! ¡¿Pa’ qué quieres vivir mil años?!, si ahorita ya ando con que me duele la rodilla, ¡imagínate con mil años!”.
Esta fue parte de la plática con un amigo, no de la infancia, bueno casi; lo conocí en la secundaria y nuestra amistad ha permanecido hasta hoy y es la mejor prueba de que si: la amistad entre un hombre y una mujer es posible.
Son poco más de 20 años los que tenemos de conocernos y de fortalecer el lazo que ha sobrevivido a la salida de la secundaria, al tiempo, la distancia, los malos entendidos y a la vida de adultos.
La plática me hizo recordar por qué las tardes eran tan chidas; bastaba con una bolsa de Chetos, una coca y a veces algunos elotes; con música de fondo de Molotov, El Gran Silencio, Control Machete, Red Hot Chili Peppers, Blink 182, Limp Bizkit, y demás.
¿Cuáles eran los temas de la plática? Maestros exigentes, materias tediosas, noviazgos de juventud, chismes escolares, también problemas familiares claro, casi siempre míos, y sueños musicales… muchos sueños musicales.
Era el bailarín por excelencia en las tertulias escolares, aquel compañero al que si querías bailar, podías ir por el y no te iba a decir que no y así sacábamos los “pasos prohibidos” en “Kalipso”, “Alaskan”, “La Concha” y quizás algún otro antro que se me escape.
Un ciclo lo nombraron líder de grupo nomás por simpático y desmadroso… esa vez “me sentí, porque yo era la niña aplicada a la que le había quitado el puesto, pero no dije nada y tampoco pasó nada.
Juntos ganamos el primer lugar en un concurso de canto, no recuerdo en qué año de secundaria, él en la guitarra y yo en la voz con “Antología” de Shakira… hasta el día de hoy no me perdona que para competir en el nivel de zona me acompañara un cassette. “¡Me cambiaste por una pista!”, me dice cada que se acuerda desde 1999 y quienes lo recordamos solo nos reímos.
Ahora, cuando hemos tenido la oportunidad de hablar, porque las ocupaciones, responsabilidades y ahora el Covid y la cuarentena nos la han puesto complicada, la conversación gira en torno a Infonavit, créditos, familia… y recuerdos, muchos recuerdos.
Una vez durante un pleito escolar, un estudiante lo pateó en la cabeza, en el momento fue impactante, hoy, gracias a Dios podemos reírnos de eso; recuerdo también que a veces iba a pedirme mi máquina de escribir y que mi mamá le leía hasta “la cartilla” para que se la pudiera llevar, hoy eso me da penita.
Recuerdo que en tiempos en que no había celulares, con su guitarra que llevaba a la secundaria, cada que se iba un maestro o teníamos hora libre, “Te quiero” de Hombres G era la rola a corear por el grupito de amigos, en la esquina del salón.
Y así la amistad ha sobrevivido a través del tiempo, de los cambios… de la vida.