Conocí a Ángel Tito Rodríguez en 1998 cuando llegué a Reynosa a trabajar en Hora Cero y lo entrevisté por primera vez en una oficina –no recuerdo su ubicación- para un reportaje sobre la invasión veracruzana a esta frontera norte de Tamaulipas.
Para mí, este fenómeno migratorio era toda una novedad, aunque con el paso del tiempo entendí que en Reynosa vivían excelentes personas de Veracruz, entre ellas un carismático líder obrero, de estatura baja y con una eterna sonrisa grabada en su rostro.
A fines de ese año, Luis Gerardo Higareda Adam gana las elecciones municipales, llevando a Ángel Tito dentro de su planilla de síndicos y regidores.
Supe que tenía un parentesco con el efímero alcalde de Reynosa, ya que el líder sindical y nuevo miembro del Cabildo era suegro de un hermano de Higareda Adam.
El entrante presidente municipal disfrutó pocos meses (2) su luna de miel a plenitud. Entre febrero y marzo de 1999 Hora Cero inició una investigación periodística que tuvo consecuencias inimaginables para los miembros de la administración, entre ella para Ángel Tito.
A mediados de ese año, ante la contundencia de las pruebas documentales publicadas de corrupción cuando Higareda Adam fue gerente de la Comapa de Reynosa, la Procuraduría de Tamaulipas giró órdenes de aprehensión y muchos funcionarios se convirtieron en prófugos de la justicia.
Y Ángel Tito estuvo entre la espada y la pared, entre defender a Higareda Adam, su jefe político, o estar del lado del Congreso de Estado y del gobernador Tomás Yarrington Ruvalcaba.
En esas semanas y meses álgidos varias veces me lo encontré en los pasillos de la presidencia municipal. Para mí estaba en la lista de los sospechosos de haberse enriquecido con el erario público, pero nunca se lo pude comprobar.
Al final el Cabildo eligió al nuevo alcalde, Humberto Valdez Richaud, de una terna enviada por el Congreso. Y Ángel Tito no tuvo más remedio que apechugar la imposición de facto.
Cuando terminó esa polémica gestión de tres años, el líder de los obreros se refugió en sus oficinas sindicales y desapareció de la escena política priista con Serapio Cantú Barragán y, obvio, en la sucesiva administración del PAN.
Hasta que cumplió uno de sus sueños: llegar a ser diputado local en Tamaulipas. Para ello, fue enviado como candidato por Oscar Luebbert Gutiérrez a una tarea bastante difícil que era recuperar para su partido el Distrito sur.
Así, el 11 de noviembre de 2007 Ángel Tito hizo lo quizá ni sus mismos correligionarios pensaba que lograría: ganar para el PRI ese Distrito y arrebatarle al PAN uno de sus bastiones, el sector de las Jarachinas.
El viernes 26 de septiembre su muerte sorprendió a muchos de nosotros que, como periodistas, lo conocimos de cerca. Fue una buena persona y una mano siempre tendida para mucha gente que necesitó de su ayuda.
Descansa en paz “mi diputado”, como lo llamaba cuando lo veía en algún evento público.
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