Desde su origen mismo, el PRD nació y se alimentó principalmente de la insurrección y alcanzó –por instantes– la gloria electoral precisamente a costillas de hombres y mujeres inconformes por el desaire de sus propios partidos.
Hambrientos de triunfo, sus directivos desarrollaron una especie de ‘carroña política’ siempre a la espera del despojo ajeno.
Y así, se olvidó de lo esencial: sembrar y cultivar, para perpetuar, su propia especie.
Del PRD se pueden destacar algunas cosas pero la mayor parte de ellas sólo tienen que ver con su audacia para administrar las rebeldías de priistas, panistas y otros engendros políticos insatisfechos.
Es cierto, algunas de esas audacias le han redituado triunfos electorales, pero nada del otro mundo.
Los éxitos han sido raquíticos porque –raquítica– ha sido su filosofía partidista.
A diferencia de PRI y PAN, el PRD sufre por la falta de solvencia doctrinal pues con asombrosa facilidad desplaza a sus escasos militantes para entregar las candidaturas a mejores postores.
En el PRD no se puede hablar de ‘trayectorias’. Es probable que ni siquiera sepan qué es eso.
No existe un ‘perredismo tradicional’.
Son características que no puede tener porque carece de identidad. El PRD es, hoy, una especie de ‘frankenstein’, alimentado mayoritariamente por ‘cadáveres’ políticos que, igual que el monstruo anónimo, en un momento determinado se revela contra sus creadores e intenta destruirlos.
¿Suena fantasioso? Pues no. Esa es la realidad del PRD.
Es tan encarnizada la lucha por el control interno que partidos con muchas más carencias como el PT y Convergencia se han dado el lujo de marginarle de sus alianzas.
Hace unos días, apenas se supo que el dictamen del TRIFE había favorecido a Jesús Ortega su más fuerte adversario, Alejandro Encinas descalificó la resolución y le exigió a Ortega ¡no aceptar! el veredicto.
A esta hora, casi todo mundo sabe de la intención –ya no tan subterránea– de López Obrador y Encinas de dejar las filas del PRD para incorporarse a otros partidos ó, ¿por qué no?, fundar su propia organización.
Y en Tamaulipas los efectos de esa turbulencia no son menores.
Raymundo Mora Aguilar, aparente ganador del proceso interno para la dirigencia estatal, anuncia que rendirá protesta el domingo 23 de noviembre. Claro, si es que Jorge Sosa Pohl se lo permite.
¿Y Reynosa? La misma película, pero con los estelares de Catarino Oliva Blasco y Julia Rodríguez Segura.
Qué curioso. El partido que se alimentó de despojos, hoy prácticamente está al borde de quedar en vil despojo.
Por eso la pregunta: ¿Quién de los insurrectos de 2009, porque créanme que los habrá, se querrá refugiar en unas siglas que, para entonces, ni ha despojo podrían llegar?
Las ‘tribus’ tienen la palabra.
EL FINAL
Llegó a la dirigencia estatal del PAN precedido de gran fama para el control interno, pero para Rolando González Tejeda… ‘cero y van dos’. También Río Bravo se le fue de las manos.
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