Antes que cualquier otra cosa va la aclaración: son muchísimas más las cosas que me desagradan de Andrés Manuel López Obrador que las que le apruebo.
Nunca me ha gustado ese goce que tiene de ser una especie de tlatoani de todos los proyectos políticos que ha enarbolado, donde su palabra es la primera, última y única.
No me gusta su alianza con las ratas cola pelona del PT, una caricatura de la izquierda mexicana quienes han demostrado que los cariños políticos tienen precio y hasta le entran al Buen Fin.
Siempre me desagradó la penosa pantomima del plantón en Reforma y la autoproclamación como presidente de México donde, en una verdadera ironía política -de ésas que sólo se dan en México-, se dijo mandatario legítimo pero “mando al Diablo” a las instituciones.
Sin embargo también aclaro de una vez y para que se sepa, que mi voto en las próximas elecciones va a ser para Morena y López Obrador.
La decisión, completamente personal y en la que no espero que nadie me siga y mucho menos me aplauda, es mucho más compleja que aquello de “hay que elegir al menos peor”.
Nunca podría votar por “el chico” Anaya pues nomás de verlo se me revuelve el estómago al recordarme que representa todo lo que está mal en Acción Nacional.
No cruzaría el nombre de Meade en la boleta pues aunque el tipo sea una eminencia económica, lo único que me provoca es hueva (¿si podré escribir eso? Bueno, ya lo hice).
A Mancera ni lo conozco y las opciones independientes se me hacen una verdadera broma de mal gusto.
Mi voto para López Obrador responde a mi inclusión en las filas de los millones de mexicanos que ya estamos hasta la Madre (así, con mayúsculas), de la incompetencia y desvergüenza de los representantes de la derecha mexicana.
Mi decisión de apoyar a Morena es porque me queda claro que ni el PRI, el PAN y muchísimo menos el PRD saben gobernar, y para lo único que son buenos es para meterle las uñas al presupuesto.
Ya no quiero ver a unos Bibriesca, Hinojosa Cantú o cualquier otro apellido enquistados en la ubre presupuestal.
Estoy cansado de las guerras contra el narco, las estrategias (fallidas) de seguridad y la simulación de que les preocupan las miles de personas que han perdido la vida a manos de la delincuencia.
No soy ingenuo. Estoy seguro que López Obrador no va a poder cambiar muchas de las cosas que están mal en este país, pues no es Supermán. Y si gana tendrá que enfrentarse con poderosos grupos de poder que no quieren soltar sus beneficios.
Es más, estoy seguro que López Obrador tiene sus propios Bibriesca e Hinojosa Cantú…
Sin embargo de todas formas voy a votar por él porque ha llegado el momento de marcharle por las brechas, de buscar otra vía para esta golpeada nación, pues la ruta de la derecha sólo ha servido para engordar a un puñado de viles.
Hay quien dice que para construir primero hay que destruir y yo estoy con los millones de mexicanos que deseamos meter un cartucho de dinamita en la parte más oscura de los que actualmente ostentan el poder y volar en millones de pedacitos el Palacio de Gobierno. Y conste que estoy hablando de manera figurada, no creo que nadie sea tan menso para tomar esta alegoría literalmente.
Total, las cosas peor ya no pueden estar y -¿quién me lo podría negar?- el espectáculo sería bastante divertido.
Quizás soy como el Guasón quien sólo quiere ver el mundo arder, pero me queda claro que las cosas no están funcionando, que hay que darle un giro a este barco. Y eso nunca va a pasar con el PRI y el PAN en el gobierno.
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