Cada mañana desde hace no sé cuántos meses, me ha tocado observar en el camino de mi casa a la redacción de Hora Cero a una señora de la tercera edad a quien no tengo el honor de conocer pero, para efectos de este escrito, llamaré doña Lupita.
Todos los días, a menos de que el clima disponga otra cosa, esta mujer menudita, de cabello corto, completamente blanco y frágil caminar, barre con su escoba la banqueta del frente de su casa.
Tengo que decir que la tarea no es sencilla, pues la calle en cuestión aunque no es una avenida, es una de las más transitadas en el sector por donde vivo, además de que Reynosa siempre se ha caracterizado por ser una ciudad en donde nos pueden faltar muchas cosas, menos polvo y tierra.
Aún así, cada mañana doña Lupita se pone un suéter y de lentas pasadas con una escoba que ya ha visto mejores días, va retirando las bolsas de frituras, latas de cerveza y ramas secas que se han acumulado frente a su domicilio.
En honor a la verdad no sé cuánto tiempo le tarde a doña Lupita terminar con su tarea, sólo la veo unos segundos cada mañana y nunca me he detenido a preguntarle por lo que hace.
Sin embargo estoy seguro que si un día lo hiciera doña Lupita me diría que barrer el frente de su casa es algo que le enseñaron sus padres, cuando le dijeron que es una obligación que todos tenemos con nuestra propiedad, nuestros vecinos y nuestra ciudad.
Seguramente, después de escuchar a doña Lupita, subiría a mi carro y en el camino me iría pensando que esta sufrida patria nuestra estaría mucho mejor si el resto de los mexicanos siguiéramos el ejemplo de esta anciana y no sólo barriéramos el frente de nuestra casa, sino que cumpliéramos con nuestras obligaciones.
Esta pequeña (y perdón por lo cursi) historia, viene a colación pues hoy me enteré que un juez declaró nulo un amparo promovido por una ciudadana para obligar a la alcaldesa de Guadalupe, Nuevo León (quien hoy busca llegar al Senado de la República bajo las siglas del PRI), a terminar su mandato de tres años.
Me resulta triste ver que al final, como siempre sucede en México, lo justicia es arrollada por la política.
Si los tribunales hubieran ordenado a la alcaldesa a cumplir con su compromiso de terminar sus tres años de gobierno, se hubiera asentado un catastrófico precedente para la clase política nacional.
Si el juez (o jueza, para el caso es lo mismo) hubiera ordenado a esta alcaldesa a terminar su mandato, entonces cientos, quizás miles, de ciudadanos hubieran promovido amparos que obligarían a diputados, senadores, alcaldes y senadores, a terminar sus gestiones como dijeron que lo iban a hacer.
De haber sido así, olvídense que Josefina Vázquez Mota o Reynaldo Garza Elizondo hubieran aparecido en las boletas… y eso hubiera sido una tragedia tanto para el PAN como para el PRI.
Afortunadamente para la clase política, las cortes les dieron permiso de continuar viéndonos la cara a los mexicanos.
Qué lástima que en México gente como doña Lupita sea sólo el recuerdo de una sociedad que poco a poco se va quedando en el olvido.
Qué lástima que todo esto nos valga madre.
Discussion about this post