No me hubiera imaginado en algún momento estar tan de acuerdo con el gobernador Rodríguez y su avatar en la Secretaría de Salud quien, por cierto, y como una bendición divina, se ha alejado bastante de los informes locales sobre Covid-19, que había convertido en un Speakers’ Corner especializado en joder a la 4T y muy especialmente a la estrategia federal contra la epidemia. Ahora ambos oscuros personajes levantan la voz al unísono (como ha sido siempre) para exigir teatralmente la aplicación de vacunas a los médicos, a todos los médicos (y aquí incluyo al personal técnico y de servicio).
No sé de quién lo pensó primero, si del ventrílocuo o del muñeco, pero, aunque no tuvieran razón dicen lo mismo: es necesario proteger a los médicos. Todos ellos atienden pacientes y por lo tanto están expuesto a ser contagiados por alguno que ni siquiera sepa que está contaminado. Muchos otros oficios también están expuestos. Las graduales reaperturas, con todo y medidas higiénicas, ponen en un riesgo similar a cualquiera que atienda al público. El dependiente de un Oxxo, por ejemplo, atiende más gente que un médico en el mismo lapso de tiempo. Con la ventaja de que el médico conoce mejor los riesgos y las vías de contagio, y por lo tanto puede tomar previsiones más eficientes.
Pero no se trata de quitar el mérito a los galenos sino de evaluarlo y dimensionarlo mejor. Un dependiente del Oxxo, por ejemplo, no sería capaz de curar a muchos, como no sea la cruda vendiendo un clamato y un par de alkaseltceres al “paciente”. Así que, por su incapacidad para salvar vidas, ¿habría que mandarlos al final de la fila para las vacunas? ¿Son descartables?
Hay que diferenciar también entre médicos del sector público y médicos del sector privado. Ambos trabajan para una empresa de servicio. A los unos se les paga del erario, a los otros les paga el paciente. La salud, la seguridad de los unos es responsabilidad del gobierno (federal o estatal); en los otros la responsabilidad es de las instituciones en las que trabajan. Y queda un hilo suelto: los que atienden exclusivamente por su cuenta. Ellos tal vez no tendrían la capacidad para conseguir fácilmente su vacuna que, no olvidemos, ingresa a México a través del Gobierno Federal. Tampoco es cosa de mandarlos a McAllen a vacunarse junto con los jugadores de algún equipo local.
En los médicos del sector público de Salud (y personal técnico y de servicio) se entiende la diferencia entre los que están en la “primera línea” y los que no. El riesgo es claro y la prioridad es evidente. El Gobierno Federal no ha podido dar una cobertura completa y oportuna a esta parte del gremio. Hay grandes avances, pero no son óptimos. El programa de vacunación avanza muy lentamente. ¿Por qué?
Hay quienes no quieren entender y procuran que los demás tampoco. No admiten que México fue uno de los primeros países en asegurar un flujo regular de vacunas, en calidad de lo que sea la voluntad de las avaras farmacéuticas (hay países que no han recibido una sola). Con lo que se recibe, no es descabellado repartir lo que hay entre el personal médico de primera línea y la población de mayor riesgo. ¿O era mejor idea dar prioridad absoluta a todo el personal médico, público y privado, relegando a los viejos, casi todos enfermos crónicos?
La exigencia de los médicos es justa. También si los dependientes de los oxxos se manifestaran, o el personal de los restaurantes y antros, o los cajeros de las supertiendas, o los repartidores de pizzas, y así…, porque el virus no es selectivo sino oportunista. Sin embargo, en el caso de los médicos privados creo que se equivocan un poco en el objetivo de sus quejas. Sólo los médicos exclusivamente particulares tendrían razón en exigir cobertura oficial. Los demás deberían plantarse ante las instituciones para las que trabajan, y exigirles gestoría para conseguir vacunas. En el caso de Nuevo León, también ir a exigirle al Gobernador, al Secretario de Salud, y a ese presunto comité de notables que se encargaría de conseguir vacunas directamente para el Estado. Hicieron mucho ruido con eso, pero al final, como todo este sexenio estatal, no han hecho prácticamente nada.
Tampoco vayan a decir que es por culpa del Gobierno Federal que no se intenta. El gobierno panista de Baja California Sur no está esperando la intervención de la Divina Providencia y gestiona ya con Joe Biden, a través del gobierno de California, la importación de vacunas de Estados Unidos hacia toda la península (lo intenta, no sólo lo platica). En cambio, aquí en Nuevo León, todo lo que se consiguió fueron hectolitros de saliva como para apagar a escupitajos los incendios forestales.
En resumidas cuentas, sí hay rezago en la cobertura de los servidores públicos de la salud, y sí hay que apretar al gobierno federal para que lo solucione. Pero para los que trabajan en el sector privado, son las empresas médicas las que deberían estar gestionando ante gobierno y farmacéuticas la vacunación de su personal, y seguro lo harían con más éxito. Eso sí, el gobierno federal ya debería haber facilitado a esas empresas la adquisición directa de vacunas… pero para su personal, no para su comercio.
A menos que las farmacéuticas hayan condicionado las vías de distribución en esos contratos que, además, exigieron mantener bajo reserva. Lo que me lleva a pensar que, dados los antecedentes del muy lucrativo negocio de la Salud en México, son precisamente esas empresas médicas las que mejor conocen el lenguaje de las farmacéuticas y, eventualmente, quienes podrían conseguir más que incluso el mismísimo gobierno federal.
Sobre las protestas médicas en todo México, aunque sea probable, no aseguro que sean convocadas por esa entidad maligna que obsesiona de don Andrés: los “conservadores”. Pero por la temporada electoral y por la coordinación, sí que son bastante oportunas y útiles para esos espectros de la 4T, y uno que otro gobierno estatal políticamente venido a menos.
¡Y claro que estoy de acuerdo en que se vacune a todos los médicos (todo el personal de Salud incluido)! Y a los dependientes de los oxxos, y a los choferes de camiones, y a los meseros, y… ¡a todos! Sí, pero, ¿y dónde están las vacunas? Como dice el refrán: “donde no hay pa’ todos hay patadas”.