El baile del destino
In memoriam de Andrés Cuéllar Cuéllar y Valerie Pizzuto
El 19 de agosto de 2003 tuve la primera pérdida de un ser querido, mi padre Ariel Chávez Gaitán. Su ausencia llegó paradójicamente de una forma poética, tuvo la muerte de los justos, murió dormido. Once años después le tocó dormir a mi madre María Elena Mijares, otra muerte poética, se fue rodeada de todos sus hijos y nietos. Seis años después quien se ausentó fue mi hermano Guillermo Alfonso, de esas ausencias que te queda la sensación que quizá debió haber estado más tiempo en vida, pero solo Dios conoce esos procesos de la vida y la muerte.
Traigo a colación el recuerdo de mis seres queridos ausentes instigado por la partida de dos figuras públicas de nuestra comunidad, el maestro Andrés Cuellar y la regidora Valerie Pizzuto, dos personas que cortejaron y procuraron a Matamoros, cada quien desde su trinchera, el maestro desde la cultura y la regidora desde la política y el comercio. No quiero que su partida pase desapercibida. Imposible por su amor profesado a este punto geográfico donde les tocó vivir.
No pretendo hacer un panegírico de estos dos personajes, no en esta ocasión. Solo que me llamó la atención la cercanía de su partida, de ellos que con sus acciones era evidente que amaban su respectivo arraigo por nuestra tierra, y de rebote me llevó a filosofar en curiosidades de la vida. Por ejemplo, que cuando pierdes un ser querido te das cuenta que la muerte es el argumento más contundente de la existencia. No hay negociación para mitigar la pérdida. No hay reintegro de vida para decir lo que callamos y debimos haber dicho.
Antes de morir, mi madre tenía, entre muchos hábitos, ver la novela española “El Secreto de Puente Viejo”. Aún escucho el tema musical de este drama, “El Baile del Destino” de Alex Conrado, y la figura de mi madre aparece nítida en mi mente. Sorprendente el efecto que tienen ciertas piezas musicales ligadas a los seres que estuvieron y ya no están; así es la vida, ya le tocará a otros escribir de nosotros cuando nos vayamos.
Querido y dilecto lector, a razón de todas estas embestidas emocionales que experimenté por los que se fueron, me puse a hurgar sobre esta novela española y encontré algunos escritos útiles que es menester compartir contigo, independientemente que no son de mi autoría. Va.
Un día, la vida me golpeó tan fuerte que me enseñó a resistir. Un día, me mintieron de tal forma que me dolió y entonces aprendí a ir siempre con la verdad de frente. Un día, me falló quien menos imaginaba y entendí que las palabras hay que cumplirlas y de los actos, hacerse cargo. Además, un día hice daño a alguien y fue ahí cuando aprendí a pedir perdón. Un día lo pasé muy mal y cuando llegó la noche me di cuenta de que es mucho mejor sonreír que llorar, ya que sonreír cuando el corazón llora es de héroes.
Otro día, perdí mi tiempo con cosas que no valían la pena y noté que la vida pasa demasiado rápido como para perderla esperando algo que nunca va a pasar. Un día, descubrí que tiene sentido enamorarse y pelear por lo que uno quiere. Después de muchos días entendí, que en la vida todos te van a hacer daño, pero tienes que encontrar a las personas por las que vale la pena sufrir. Tienes que sonreír. Tienes que saber amar. Tienes que tener la grandeza para aceptar tus errores y la valentía para pedir perdón. Tienes que compartir. Tienes que cumplir. Tienes que olvidarte de los que te critican y unirte a los que te quieren. Tienes que aprovechar cada segundo de la vida, porque como todos sabemos, vida solo hay una.
He cometido muchos errores, he llorado por quién no debía y he reído con falsas amistades, he tropezado dos veces con la misma piedra y cuando pensaba que ya no lo haría más, me empujaron y caí estampada con la tercera. He perdonado mucho, quizá demasiado, he callado “te quieros” que, por miedo o por inseguridad se quedaron en el aire, y he regalado “te quieros” simplemente por cumplir, ha habido veces que me he despertado con ganas de comerme el mundo y otras que parece que el mundo me comía a mí, he gritado con fuerza pero mi voz nunca acababa de salir, he callado verdades por no hacer daño, he salido de fiesta sin ganas, y he vuelto con los tacones rotos de tanto bailar.
He creído en lo imposible hasta que se destrozaron mis metas, he abrazado a la persona que pensé que nunca me haría daño y me he dado cuenta de que esa persona no se merecía ni el roce de mi piel, he cantado en la ducha hasta que mi garganta no podía más, ha habido días que me sentía preciosa y otros que no quería ni mirarme al espejo, he disfrutado de pequeños detalles, y he aprendido poco a poco en qué consiste la vida. Y sí, así es: El secreto de la vida está en no arrepentirse de nada y afrontar todo con una sonrisa, el secreto de la vida está en vivirla. Atentamente, Nina. Hasta ahí la cita.
El tiempo hablará.