Detrás de la desesperación del PAN y del PRD por entrar a un escenario televisivo donde sus candidatos estén al menos visualmente al mismo nivel del candidato del PRI, se encuentra encubierta una condición social que aunque pase desapercibida para los estrategas electorales de Josefina y Andrés Manuel, representa el meollo del tema definitorio de la elección presidencial en puerta. La gente ya no es manejable.
Lamentablemente para Josefina, los temas del debate serán: a) Economía y Empleo; b) Seguridad; y c) Desarrollo Social. Precisamente las áreas donde se ubica el reclamo bisexenal más sentido de todos los mexicanos.
El debate tiene un marco y no lo hemos visto porque estamos inmersos en el cuadro que representa la pantalla de nuestra televisión, pero imposible es, para la sociedad en su conjunto, pasar por alto la insensible decisión del panista Felipe Calderón de pretender acabar con el crimen organizado ordenando disparar a diestra y siniestra, cayera quien cayera, fuera transgresor o inocente.
Luego entonces, escuchar en voz de Josefina Vázquez Mota que es diferente, suena como la más conmovedora negación a la paternidad, ya que habiendo sido subalterna de Fox y de Calderón, nadie a estas alturas le puede creer. Tiene que ser forzosamente igual o peor.
Por otra parte, amoroso como pretende aparentar ser el candidato de las izquierdas, no deja de filtrar entre sus lentas frases, la siembra de la insidia y el reto velado hacia Enrique Peña Nieto, porque no es Josefina sino el ex gobernador del Estado de México su real contendiente.
Quadri, con todo y su humorístico desparpajo, a veces resulta más congruente en sus pronunciamientos que Josefina y Andrés Manuel, porque no ofende, sino que propone. Y aunque no tiene nada que perder, gana para sí un respeto popular debido a que con su lenguaje, inusual en las tribunas de los políticos de carrera, dice verdades que están alineadas con la realidad nacional.
Mientras tanto, el que va arriba en las encuestas, Enrique Peña Nieto, está sometido a una doble presión mediática que lo acosa primero desde las posiciones de francotiradores que han adoptado Josefina y Andrés Manuel, tanto como de los mercenarios periodistas de prensa radio y televisión que pagados desde Los Pinos, azuzan al pueblo para que exija un debate televisivo, como si ahí, en un set con iluminación que hace sudar, estuviera sentada la democracia, esperando su oportunidad para que la gente sepa por quién va a votar.
Los perredistas le apuestan a que Josefina haga lo único que sabe hacer, ofender, denostar, maldecir y satanizar al PRI, a Peña Nieto, a Salinas de Gortari, a Echeverría, a López Portillo y a Moreira, con la finalidad de borrar o justificar toda la cadena de errores gubernamentales que desde que Vicente Fox asumió la presidencia y hasta la fecha, el PAN ha cometido en el poder federal.
Con lo anterior, Andrés Manuel dará por sentado que Josefina ha cumplido con su cometido y será entonces cuando él personalmente sea quien arremeta contra PRI y PAN argumentando que son la misma cosa en la perspectiva nacional, buscando con ello que pase por alto el hecho de que el Distrito Federal también presentó casos de corrupción e ineficacia administrativa durante su gestión.
Lo menos que dirá el tabasqueño es que ganó la elección en el 2006 y que el Prian, como suele llamar a sus dos principales adversarios, le robaron el triunfo en las urnas.
En fin, la urgencia de debatir no es de Enrique Peña Nieto, sino de los que al soñarse junto a él en el debate, presuponen que virtualmente ante los ojos de los televidentes, se iniciará nuevamente la carrera presidencial partiendo de cero.
Los panistas desean que con el debate queden olvidados los 60 mil muertos, la soberanía nacional pisoteada, los ridículos diplomáticos, la falta de oficio político en la Secretaría de Gobernación, el extravío de los expedientes de la Dirección de Juegos y Sorteos en el caso del casino incendiado en Monterrey, el olvido al campo, la cancelación de las remesas federales para los estados y municipios gobernados por el PRI, la soledad en las carreteras de todo el país, la parálisis económica, el soslayo de los deportados, la irresponsable inundación en Reynosa, Tamaulipas causada por la negligencia de Conagua, la hambruna en la zona Rarámuri en Chihuahua, el desdoro de la imagen de nuestro Glorioso Ejército Nacional, la utilización de la Influenza en 2009 para inhibir la euforia electoral, la cancelación de presupuesto para el campo en Tamaulipas, la reducción de los recursos federales destinados al turismo tamaulipeco, la corrupción en la CFE y en el caso Walmart, la pésima supervisión en los servicios educativos, la invención de impuestos en tiempos de crisis, la neofitización de la administración pública federal, el subejercicio presupuestal, la transa en el mantenimiento a la flotilla de las aeronaves presidenciales, los disparos federales en el estadio de futbol de Torreón, la muerte de los estudiantes del Tec de Monterrey y el silencio diplomático ante la muerte del niño Güereca bajo el puente de Ciudad Juárez. Ni que decir de los incrementos en la gasolina, el diesel y la canasta básica.
A eso le apuestan PAN y PRD en el debate del próximo domingo 6 de mayo de 2012. A borrar en una hora, los años de ineficacia, miopía, intransigencia, sangre y calamidades que han propiciado cada uno en su ámbito de responsabilidades.
Pero se olvidan de algo… que la gente ya no es tonta.
La gente desea ver en el debate, respeto, propuestas claras y posibles, convocatorias a la unidad nacional y al menos un compromiso… el de que la paz regrese a México. Y ese compromiso, ya sabemos quién lo ha hecho.
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