Enfrentar una epidemia del tipo de la que estamos viviendo es muy difícil. Al humano enfrentar cosas invisibles y expectativas de desgracias (que por suerte no se han cumplido) no le es muy manejable. Supongo que esto, más la naturaleza del mexicano de no creer nada de lo que dice el gobierno, dio pie a las teorías conspiradoras de que todo es falso.
Para los que siguen pensando eso, sólo basta ver la reacción de países como Cuba, Argentina, Ecuador, Francia o China, que dictaron técnicamente un bloque sanitario y hoy a los mexicanos nos tratan peor que delincuentes. Estos países saben los daños humanos y costos económicos de una pandemia de esta magnitud, y por ningún motivo los quieren cargar.
Ninguna nación en su sano juicio quiere pasar lo que México está viviendo. Más allá de conspiraciones fantasiosas, sería más fácil pensar que la Tierra puede estar cobrando a los humanos su excesos en contra el planeta, esa conspiración es más creíble.
El daño causado en la economía, el turismo, así como a la salud pública es inmenso, y qué decir de la imagen de México en lo interno y en el ámbito internacional. Hubo reacciones de agresión igual en Chile, que en China, o que en Guerrero y en Morelos; en la Autopista del Sol hubo casos en que apedrearon coches, a los que les gritaban “regrésense con sus enfermedades a su ciudad”, igual que está pasando en otros países; es más, los mismos mexicanos que viven en otros países no están seguros de querer o de poder venir, siquiera, de visita a su propio país, por el miedo a que cuando regresen hay peligro de que los pongan en cuarentena o no los dejen entrar.
En medio de toda esta situación, necesitamos empezar la reconstrucción del país en dos caminos: el primero, seguir cuidando la higiene, ya que la epidemia no ha pasado aún. Según reportes de 1918, cuando la gran pandemia española, el primer brote no fue el dañino, fue el segundo un mes después el que causo miles de muertes. Uno de los aprendizajes más importantes es entender que una simple gripa hoy, además de las complicaciones para uno mismo, puede afectar a muchas personas alrededor.
El segundo camino es reconstruir el tejido social y la actividad económica. En cuanto al tejido social, en la reunión de los gobernadores con el presidente Calderón, ya se pidió una campaña para que se borre la mala imagen que se ganó esta semana en todo el mundo, y es realmente urgente; pero esa campaña también se debe de dar hacia el interior de México, el problema es que en medio de las campañas políticas se puede malinterpretar, pero bien manejado se puede hacer algo para levantar la moral y el nacionalismo de México, hay que trabajar también desde adentro.
Reactivar la parte económica es fundamental, un gran reto es que el mercado interno se desarrolle, que se detengan las barreras internas de los monopolios regionales. Es urgente romper paradigmas para hacer que el país avance creando un mercado interno fuerte, que a la larga, enfrente de mejor manera el mercado global. Hay algunas buenas lecciones en medio de la crisis, hubo sectores que notaron que se pudo seguir trabajando de manera coordinada y remota, descubriendo formas más eficientes de trabajo.
En cuestión de turismo el daño es enorme, y el reto igual es abrir los destinos al mercado interno y apoyarnos todos con la prioridad de viajar dentro del país antes que en el extranjero, que de alguna manera con la contingencia sanitaria se está convirtiendo en un problema con los bloqueos sanitarios.
En lo político, quedó demostrado que antes que la politiquería barata, primero está la población y sus problemas; que sí se puede trabajar en conjunto, y que sí se pueden dejar atrás las diferencias partidistas para tener una visión de Estado. Todos los gobernantes ganaron credibilidad ante la reacción de las autoridades, esperemos que con el inicio de las campañas no pierdan la brújula y lo echen a perder queriendo capitalizar el trabajo o la desgracia humana.
El daño colateral más grande de la epidemia es la gripa que le dio a las campañas electorales, están contagiadas, y ya veremos cómo se curan el 5 de julio. En mi opinión, se perdió la oportunidad de tomar una decisión de vital importancia, los consejeros electorales debieron reducir las campañas por la emergencia sanitaria a diez o 15 días: uno, para evitar contagios, y dos, para bajar el gasto y esos recursos ahorrados, se debieron de haber invertido en salud o en reactivación de la economía, esto forzaría a los partidos a ser más eficientes, pero nadie quiere perder sus prebendas económicas.
Qué gran demostración de democracia y solidaridad hubieran dado el IFE, los políticos y los partidos. Lástima que a nadie se le ocurrió. Ahí queda el reto de México.
Mail: marco.herrera@grupopublic.com.mx
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