Hace muchos años, durante el campeonato nacional de basquetbol varonil de primera fuerza que se jugó en Ciudad Juárez, Chihuahua se puso de moda una peculiar calca que se distribuyó en las afueras del gimnasio de la UACJ, sede de la competencia deportiva.
“Haz patria, mata un chilango” de inmediato de popularizó entre los asistentes a los partidos del torneo, quienes orgullosos la colocaron en las defensas de sus vehículos. Eran sin duda otros tiempos, en los que aún no existía la cultura de lo políticamente correcto; por eso la frase literalmente se pegó entre los habitantes de la frontera, quienes se sentían identificados con el llamado extremo y por supuesto deleznable a rechazar mucho más que a los habitantes de la capital del país. Mas bien, la calca basquetbolera fue un llamado a despreciar el centralismo.
En ese mismo contexto ríspido de regionalismos, desde hace mucho se dice que existen cuatro zonas dentro del país: la frontera México-Estados Unidos, el norte que trabaja, el centro que piensa y el sur que descansa.
La histórica, cultural y hasta deportiva rivalidad entre norteños y chilangos (o sureños para el caso el igual) persiste y evidentemente incluye a la política. Uno de sus ejemplos sucedió en 1988 cuando el entonces líder de la CTM, Fidel Velázquez, llamó “bárbaros del norte” a un grupo emergente y disruptor dentro del PAN que, surgidos desde la iniciativa privada, se tomaron al partido y después las calles para protestar por el fraude electoral en la elección presidencial.
Y aunque no todos los “bárbaros” eran del norte, el estilo frontal, directo y hablar golpeado del guanajuatense Vicente Fox, el chihuahuense Francisco Barrio, el duranguense Rodolfo Elizondo, el tijuanense Ernesto Ruffo, el neolonés Fernando Canales y el candidato presidencial Manuel J. Clouthier atrapó conciencias y simpatías en su reclamo de un trato más igualitario de parte de la federación hacia los estados.
Con la llegada de las lluvias que tanto se esperaban y mas benefician a Nuevo León, circula en redes sociales un video en el que se muestra un discurso anterior del gobernador Samuel García criticando la falta de solidaridad de los estados que en su momento se negaron a encauzar agua para solventar la crisis que se generó hace unos años con la sequía.
En ese video, García usa su marcado acento del noreste para reflexionar sobre la fortaleza, resiliencia y orgullo de los neoloneses en no dejarse vencer en las adversidades y a pesar de la falta de solidaridad de los vecinos del sur.
Un par de años después, la naturaleza -no Samuel, ni AMLO como algunos fanáticos pregonan-, finalmente respondió a los millones de ruegos y a los efectos de un planeta en evolución por el cambio climático, descargando una muy generosa cantidad de lluvia que reabasteció las reservas de agua de Monterrey y su área metropolitana.
El video sin duda que exalta el populismo de García, quien de manera estratégica es presentado no como el antiguo danzante que llama a la lluvia; más bien es ensalzado por su hablar bronco, su discurso con maldiciones y su velado llamado a la venganza, un “van a ver” profético contra quienes en su momento se negaron a ayudar.
Los populistas gustan de aprovechar los hartazgos, las inequidades y las carencias de los necesitados para ganarse sus votos y su adoración. En esas paradojas de la política, las lluvias que hoy inundan Nuevo León han sacado a flote al gobernador, quien ya estaba a punto de ahogarse después de la humillante elección del dos de junio que le dejó a su esposa en el fondo.